domingo, 31 de enero de 2016

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 54


El tiempo pasa lentamente cuando estoy sin hacer nada. Agosto aplasta a todas

horas, la humedad por encima de 90, muchos lugares cerrados, entre ellos la

escuela, yo con dos semanas de vacaciones sin que se me ocurra otra cosa que

dormir y dormir y dormir hasta que se me hinchan los ojos. Dormir y descansar. Y

tomar café. Y fumar como una primavera. Y agobiarme con el maldito calor. Eso.

Bertica en la casa por las vacaciones. Aurelia en el monte, aprovechando también

sus vacaciones, con su familia, descansando del alboroto de la ciudad. Y así las

cosas esta quincena se convierte en otra encerrona. Con el sueño atrasado se me

cierran los ojos cuando llevo a Bertica al zoológico o al parque de diversiones o al

cine infantil o a dar vueltas por ahí sin ningún itinerario, y menos mal que ya no

hace tantas preguntas, pues es como para ponerle un parche en plena boca y

darle una pastilla para que se duerma de un tirón. De Manolito no sé nada, pobre

niño, nunca pude ayudarlo y ahora me pesa, porque ahora me doy cuenta de que

en realidad no lo quise, pues un sacrificio más qué carajo me importaba. Y no sé con

quién podría averiguar algo sobre él. A Marina tengo que ir a verla, día a día voy

posponiendo mi visita y el reloj no se detiene. Nancy me invitó a ir a comer a su casa,

pero no quiero llevar a Bertica y no tengo con quien dejarla,a no ser que Aleida

quiera hacerme el favor, pero no es fácil pedirle esa ayuda. Todo un señor revoltillo.

Y de mi salida ni hablar del peluquín, me escribió mi mamá que Tony está en sus

trece, que de permiso nada, que ella está desesperada, que a veces le entran

deseos de regresar a Cuba a hacernos compañía, porque ve que pasa el tiempo,

que Bertica crece, y que Tony no le va a dar el permiso de salida nunca para que

podamos reunirnos todos en Estados Unidos. Lo único que me falta, que mi mamá

se me aparezca aquí, el día menos pensado, ja, y entonces sí tendré que decirle

adiós al cijú platanero, Dios me ampare. Pues sí, todo estancado. Y me paro frente

al espejo y para darme ánimos me digo bellaca, eres una bellaca, tienes un empleo

y estás estudiando, ya no te dan esas crisis depresivas, ¿qué te pasa ahora?, y el

espejo se me queda mirando y me dice no me pasa nada, es que no sé en qué

gastar mi tiempo ahora sin trabajo y sin escuela y me aburro, y el asma me sigue

molestando, cada día un poco más, se me aparece de improviso y a joder, y la

cuestión es que cuando salgo de una entro en otra y mi vida es un círculo vicioso

que no me deja estabilizarme totalmente. Este es mi presente, pero ¿cuál es mi

futuro? Ja. Ahí está el detalle: mi futuro. Casi nada. Algo así como decir espéralo

sentada, criatura, que cualquier día entra en tu casa sin tocar la puerta...

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

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