domingo, 20 de diciembre de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 48


Al fin se terminó la maldita asamblea. Ah. Ya no podía aguantar más, ensopada de

sudor y mirando el puñetero relojito ruso que compré con el último salario, oyendo

hablar mierda a todo el que pedía la palabra sólo para repetir lo mismo que había

dicho el que habló antes que él, porque es que todos dicen lo mismo, como decía

el compañero Eduardo, bien, yo quería decir más o menos lo que dijo la compañera

Elena, no, si yo opino igual que el compañero Erasmo. Ave María Purísima, ay, y sin

darme cuenta digo estas palabras a media voz y sin pecado concebida, me susurra

Nancy, sentada junto a mí, al levantarnos y cargar nuestras sillas ortopédicas hasta

su lugar de origen. Niña, no es tu primera asamblea, ¿por qué te quejas tanto?, oye,

acostúmbrate, que recién has comenzado a aprender cómo se pierde el tiempo en

el trabajo sin trabajar, y se ríe, es una jodedora, sí, y tiene una lengua que le llega al

ombligo si la saca, pero es mi amiga, la única amiga que tengo en la oficina esta

churrosa y calurosa, y que menos mal que me hace la vida laboral más llevadera.

Oye, Nancy, dime cómo tú te has aclimatado a esta envolvencia, porque óyeme, a

mí no me acaba de entrar, pues imagínate, yo llevo años discutiendo los mismos

problemas y tomando los mismos acuerdos en todas las asambleas y no resolviendo

ninguno, así que lo mejor es irse acostumbrando. Ya, ya veo y ya oigo. Pues sí, mija,

que la administración va a ocuparse de eso, ajá, que el sindicato va a afrontar ese

asunto, que nosotros, compañeros, los obreros, como si aquí hubiera algún obrero,

¿te das cuenta?, bla bla bla, y una no puede escaparse, sí puede, lo que pasa es

que tú no puedes inventar excusas todos los días de asamblea, porque aunque son

un poco socotrocos se dan cuenta, y bueno, te buscas un lío, pero algunas veces

puedes enfermarte de la garganta, o tener una indigestión con diarrea que ni caso,

o se te puede morir una tía que te crió cuando eras niña y no puedes dejarla sola

en el velorio, pobrecita, y ay, Nancy, contigo no se aburre nadie, oye, pues claro,

niña, pero acuérdate del refrán que dice que el que a buen árbol se arrima, sí, ya

sé, no, no sabes nada, déjame terminar, al que a buen árbol se arrima, buen tronco

le cae encima, y nos reímos a carcajadas, ya fuera del local, tremenda tipa Nancy.

Bueno, vamos, te invito a un café con abundante agua ahí en la esquina, por lo

menos te lo sirven calientico y si tenemos suerte hasta con agua fría. Gracias, mi

amiga, y yo te invito a un cigarro que aquí tengo la caja que compré esta mañana

en el mercado oscuro. Más risas. No te preocupes, me dice, ya te aclimatarás, la

cosa es cogerle el golpe y hacer lo que hace todo el mundo, estoy cogida, hasta el

tope, agotada, ya me ves, y después la canción del majá. ¿La canción del majá?

Ah, así que no la conoces. Pues pon mucha atención y abre las guatacas, que ese

es el himno de nosotros, los empleados de esta empresa de construcción industrial,

como si aquí hubieran tantas industrias, la verdad que estos nombrecitos, pero ya,

la canción del majá, vamos, que mi madre me lo decía siempre, hija, el juego ilustra

y el trabajo embrutece, ja ja ja, y se ríe, se ríe la muy, pero acaba de decirme lo de

esa canción, Nancy, que me tienes en stand by, y entramos en la cafetería, Nancy

se acerca y me susurra al oído: aquí estamos, compañeros, / firme el sindicato está /

sin parar el día entero / igualito que el majá, y no podemos aguantar la risotada

que hace que los usuarios de la cafetería nos miren con deseos de enterarse de qué

nos reímos. Garzón y Central, lugar propicio para pasar el tiempo haciendo chistes

y riéndose uno de toda la mierda que nos rodea, ¿cómo yo no me había dado

cuenta antes de que eso era lo mejor que podía hacer?, reírme y mandar al carajo

al mundo entero, a los problemas, a las vecinas, a todo, coño, y gacias a Nancy que

me ha abierto los ojos mucho más que la propia Marina. Eso. ¿Y tu hija cómo anda?

Mi hija bien, cada día más insoportable, preguntando y pidiendo, y cuando no le

hago caso la perreta a todo volumen, hazte cargo. Se cree que yo soy millonaria o

que estoy ligada con el Presidente de Cubanacán. No, si yo sé que no es fácil esta

vida que tú llevas, trabajando por el día y estudiando por la noche, ah, yo no

podría, la verdad, por eso te admiro, Tania, porque tú los tienes grandes. Sí, es que

tengo que joderme, algún día te contaré la historia, no la vas a creer. Pues yo me

gradué hace algunos años y no sé todavía cómo carajo me metí en esa oficina de

mierda. Ya llevo allí tres añitos, mi vida, eh, aguantando el calor y el mal olor y el

churre y todo lo que ya tú conoces y aguantas también. Nada. ¿Y siempre estuvo

así? ¿Qué cosa?, la oficina. Ay, mira, vamos a tomarnos el café y no me busques

la lengua, suerte que la gente que trabaja allí no es mala gente, por eso yo me he

aguantado, que si no ya le hubiera vendido el cajetín. Toma, pon la tacita allí, que

tengo que ver en qué me voy, que ya tú sabes, que a esta hora el transporte está,

¿a esta hora dices?, coño, está bueno eso, sí, a esta hora nada más. Nancy vive

cerca, al menos si el transporte se pone impertinente puede ir caminando aunque

se derriengue por el camino, según ella misma me ha dicho, yo a veces también

me voy a la patica, aunque vivo más lejos, pero qué carajo, a ver si se me

desarrollan las piernas palillos. Después de todo es mejor caminar, si me subo en una

guagua o en un camión ómnibus de ésos, llego a casa empapada y con una peste

a grajo que no hay quien se me acerque. Pal carajo, me dice Nancy, estos cigarros

están cada día peor, voy a tener que dejar el vicio, aunque dice mi hermana Inés

que es más fácil dejar una virtud que un vicio, y otra vez nos reímos, la verdad, con

esta mujer la paso divinamente. Bueno, Nancy, nos vemos mañana, a ver si cojo

una botella, no, mija, no te molestes, tienes que enseñar las tetas o los muslos para

que un cabrón de éstos te pare y te lleve y después aguantarle los toqueteos dentro

del carro, camina, que eso es saludable, según dicen los médicos, mira, mañana te

voy a contar la experiencia que tuve con un militar que me paró en la carretera un

día, tú verás lo que me hizo el muy hijo de puta, mañana, mira qué hora es ya. Y

me pongo a caminar por Garzón pensando en Nancy, en lo que hemos hablado

sobre el trabajo, en lo que inventa la gente para zafarle el cuerpo, en fin, y se me

olvida que todavía me queda la dichosa escuela para acabar de joderme, si allí

tuviera una amiga como Nancy no estaría tan mal, no señor, pero en fin, que aquí

tienes que hacer lo que hace todo el mundo si no quieres quemarte, tengo dos

buenas maestras, Marina y ahora Nancy, pues a seguir sus enseñanzas, porque una

de dos, o te da un infarto, o te conceden un cuarto en Mazorra. Y gratis.

(continuará)

Augusto Lázaro


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

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