sábado, 19 de septiembre de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 34


Quemé todas las fotos que había en la casa. Todas. Las saqué de las cajas donde

las tenía guardadas mi mamá, desarmé los portarretratos, levanté los cristales de las

mesitas de noche y de las cómodas, y me llevé las fotos para el patio, las apilé sobre

la hierba y allí mismo les prendí fuego. Qué manera. Aleida se asomó por el muro y

me gritó muchacha, pero qué haces, apaga eso, que nos vamos a achicharrar,

estás de ingreso. Ah, pero cuando cogí la manguera no quedaba una foto que

pudiera verse. Las quemé porque creía que con ellas quemaba mis recuerdos, pero

ahí no paró la cosa. Me deshice de todo lo viejo que quedaba, de todo lo que

oliera a antes, a pasado, a lo que yo quería olvidar. La casa patas ariba. No dejé

una sola rinconera ni un solo objeto que pudiera traerme algún recuerdo. Pero

como siempre pequé de inocente, de ingenua, de tonta, los recuerdos y el pasado

no se pueden borrar, están metidos en la cabeza y de ahí no hay quien los saque.

Creo que moriré con esa estúpida inocencia y eso me traaerá infinitos sufrimientos,

porque en este perro mundo sólo los fuertes, los insensibles, los inescrupulosos, son los

que triunfan. Mi casa se volvió otra casa, materialmente, pero los recuerdos y las

vivencias y el pasado estaban allí, incrustados en las paredes, pegados a los

mosaicos, sembrados en las yerbas del patio. Nuevas cortinas, nuevos colores,

nuevos cuadros, pero todo lo que yo había vivido seguía allí, en el aire, en el olor, en

el vacío, porque ahora mi casa estaba llena de vacío y más sola, más hueca, más

sin vida que antes. Ni siquiera animales. Sólo lo absolutamente necesario. Una sola

cama, un par de sillas, un par de butacas, un sofá, una mesa en la sala y otra en la

cocina, un armario, un cubo, una balleta, una escoba, el tanque de agua, el radio

viejo, utensilios de cocina y algunas otras cosas de muy poco valor como toallas,

fundas, sábanas, mi ropa, mis zapatos, las cosas de la niña. Y ahora me siento como

si estuviera metida en una jaula nueva, como si yo fuera un pajarito, un pajarito que

no tiene dónde posarse ni deseos de cantar ni nada y alguien se acerca y lo mira

atentamente, abre la puerta de la jaula, le pone agua y alpiste, le coloca un palito

atravesado entre las varillas, y unas manos enormes tratan de atraparme mientras

me dicen canta, pajarito, mécete, refréscate, pero el pajarito no tiene deseos de

cantar ni de mecerse ni de refrescarse, no, ni siquiera de volar en el reducidísimo

espacio de su enclaustramiento. No, yo no tengo deseos de cantar, no tengo

hambre, no quiero hacer nada, no quiero pensar ni acordarme de nada, Dios mío,

no quiero ni siquiera acordarme de mi hija, de que debo ocuparme de ella más de

lo que me ocupo, dónde estará ahora, qué estará haciendo, ¿preguntará por mí?,

¿con quién jugará?, ¿a quién le estará pidiendo dulces, caramelos, helados, juguetes?

¡Ah! Yo debí darle candela a esta maldita casa y quemarme con ella cuando mis

padres se fueron del país y me dejaron sola, pero ahora no puedo hacer eso para

que Bertica se quede sin madre y cuando el degenerado de Tony salga de la cárcel

se la lleve y la desgracie. Y por lo que veo mi destino parece que será quedarme

aquí, morirme aquí, sola, metida entre cuatro paredes en esta casa con olor a viejo,

con sabor a recuerdos, a sinsabores, gritos, llantos, sufrimientos, dolores, ¡aaayyy!

Necesito que venga alguien. Hoy mismo, ahora mismo, que me llamen, que me

toquen a la puerta, que griten mi nombre en la acera, Tania, Tania, un rato nada

más, un minuto, sí, pero alguien que me entretenga, que me haga sentir que no vivo

en un desierto, hace tiempo que no viene nadie a visitarme y yo necesito que

vengan mis amigos, los necesito, coño, que no me dejen sola, que no me

abandonen, vengan a verme, no sean tan crueles, vengan a pasar unas horas

conmigo, vengan... Pero qué estoy pensando... Ay, mi cabeza. Tengo que

tranquilizarme, tengo que calmarme, tendré que tomarme dos pastillas otra vez. Los

nervios me van a joder de verdad. Ah, qué terrible es la soledad. Y en la casa de

Aleida no hay nadie a esta hora. Pero no, no puedo dejarme vencer por los nervios.

Voy a inventar algo que atraiga a mis amigos. Algo. Una fiesta, ¿por qué no? Eso,

una fiestecita familiar, íntima, con muy poca gente, con gente de confianza. Es

verdad que esta casa parece un cementerio y yo un muerto sin dolientes. Sola,

siempre sola y en silencio, porque ni el radio enciendo. Y lo peor, siempre hablando

de calamidades y desgracias, siempre descargosa y llorona y eso a nadie le gusta.

Tampoco tengo nada que brindarle a nadie, a los jóvenes les gusta el alcohol y yo

ni del de reverbero. Pero sí señor, una fiesta. El remedio santo que acabe con mi

soledad. Borrón y cuenta nueva. Si te he visto no me acuerdo, que ya por ahí me

están llamando la muchacha de la tristeza perpetua o algo así, ¿por qué no te ríes si

no te falta ningún diente?, tu sonrisa es muy bonita, Tania, ríete, niña, que la risa es el

remedio infalible como dice una revista vieja que ya aquí no circula, vamos, que la

vida no es un dolor de cabeza, mira cómo se te ponen los ojos cuando te ríes, se te

pierden, se desvanecen con tu sonrisa que llena de luz a los ojos que te miran, me

dicen todas esas boberías mis amigos cuando me los encuentro de casualidad y

hasta Juan me ha dicho cosas parecidas, y Aleida ni se diga. El sábado. Sí, el

sábado voy a organizar la fiesta, es el mejor día. Y vamos a ver. Sí, a lo mejor me sale

bien la cosa. El sábado, sí. Por la noche, claro. No digo yo. Una fiestecita bien

sabrosa, con buenas cintas, conseguiré la grabadora, y un buen ponche con algo

de alcohol, no mucho, sólo para entonar a los muchachos, Aleida puede echarme

una mano en la preparación del ponche, y Aurelia puede traerme croquetas y

papas rellenas para la picadera, ya lo creo que sí, pero nada de borracheras ni de

vomiteras, que me ensucian la casa y al día siguiente tengo que joderme yo sola

limpiando en la resaca, y no, de eso nada. Nada de ron, el ponche y ya. Las

borracheras siempre traen problemas, miren lo que pasó con Tony. No. Todo muy

organizado, muy controlado, muy bien preparado. Unos tragos y a bailar, a divertirse

y nada más. Buena música, poca gente, oscurito, todo con mucha onda. Y que las

vecinas hablen hasta por los codos, que me limpio las nalgas con lo que digan esas

putas. Lengualargas, entrometidas, breteras, por eso yo no voy a sus reuniones del

comité y de la federación. La gente se ha maleado, como dice Miguelito, por eso

yo no creo en nadie. Me he dado cuenta de que hay gente que puede hacerme

daño y cuando menos yo lo espere. Bonito mundo este. He sido una cretina

confiando en la gente. Y soy demasiado joven todavía, tengo que disfrutar de la

vida como disfrutan otras muchachas que conozco, porque en cualquier momento

me llama la pelona o me cae alguna enfermedad incurable o una revuelta

callejera o qué sé yo, y chirrín chirrán, se acabó Tania, y la muerta al hoyo y los vivos

al pollo. Tengo que divertirme, tengo que hacer infinidad de cosas que no he

hecho. Nunca he ido a un cabaret, nunca me he hospedado en un hotel de lujo, ni

siquiera he volado en avión, no sé lo que se siente cuando se está allá arriba entre

las nubes, nada de eso, a mí nadie me ha mandado una postal de fin de año,

ningún muchacho me ha hecho un regalo por el día de los enamorados, nada,

coño, yo creo que todas las personas que conozco se olvidan de mí al poco tiempo,

parece que no soy capaz de despertar amor en ningún ser humano, a pesar de que

me entrego de verdad y cuando soy amiga de alguien lo soy de verdad, por

encima de todo, sin condiciones, y no le pregunto a nadie lo que piensa, lo que

cree, lo que hace, si trabaja, si estudia, si no se dedica a nada, si es homosexual, si

no lo es, si es creyente o ateo, dónde vive, cómo vive, de nada me ha valido, amiga

de verdad y miren cuántas amistades verdaderas tengo, por encima de todos los

defectos que pueda tener una persona yo me he entregado a ella, así de lleno,

incondicionalmente, dispuesta a hacer lo que sea por esa persona, porque no hay

una sola persona que no tenga defectos o que esté libre de pecados, como dijo

Cristo, bastantes defectos tenemos todos los seres humanos, aunque muchos los

nieguen o no se den cuenta de que los tienen, pero qué coño importa eso, la

gente es como es y no como una quisiera que fuera, a la gente hay que aceptarla

como es o no aceptarla, pero nunca hay que tratar de acomodarla a como una

es, eso es una estupidez, y además eso es imposible, porque nadie cambia. Me voy

a poner dura como una roca viva, no me voy a preocupar por nadie más, no voy a

pensar en nadie más, no voy a padecer ni una pizca por ningún ser humano ni por

ningún problema. Esa va a ser mi consigna en lo adelante. Al carajo la gente, que se

vayan a la mierda todos, y ojalá que se olviden de mí. Ojalá que yo perdiera la

memoria y también me olvidara de todos. Ah... madre mía, ya no sé qué carajo

estoy pensando, pensando en la fiesta para que vengan mis amigos y renegando

de ellos y de todos. Como dice Aleida, estoy de ingreso. Pero de veras que me

gustaría perder la memoria, olvidarme de los vecinos, de la gente, de todo.

Olvidarme de mi pasado, de todo lo que he sufrido, de mis carencias, de mis

necesidades, de mis sueños imposibles, de mis deseos, de que no he tenido nunca

una oportunidad, una posibilidad, un golpe de la suerte, y de que quizás nunca voy

a tenerlo, nunca, en los años que me queden por vivir, que no sé cuántos serán y

que tal vez no sean muchos...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


www.facebook.com/augusto.delatorrecasas

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