domingo, 3 de mayo de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 16

Yo y Mayra nos hicimos amigas desde aquella misma tarde. Enseguida me contó lo

que había ocurrido: todos se iban en una lancha con la familia de los Izaguirre, esos

que eran dueños de unos almacenes que están en la Alameda, tú has oído hablar

de ellos. ¿No? Bueno, no importa. Pues cuando ya estaban mar afuera se formó una

tormenta del carajo, se viró la lancha, y adiós Lolita. Me dijo Marina que ya habían

anunciado por la radio que haría mal tiempo, peligroso para las embarcaciones

menores, como siempre dicen en los partes que da el observatorio nacional o algo

de eso, pero ni Esteban ni los Izaguirre hicieron caso... Mayra casi ni respira, pero

enciende un cigarro tras otro, dice Marina que cuando oyeron el parte por Radio

Rebelde le dijo Esteban qué coño van a saber los desgraciados esos del... si esos no

saben ni dónde coño están parados, y ella no tuvo más remedio que embarcarse

con los hijos. Bueno, pues la tormenta arreció, el mar se puso giro, y... mira, me erizo...

la mamá de Marina se ahogó, se ahogó allí mismo, coño, es del carajo eso, que se

te ahogue tu propia madre delante de tus narices y tú no puedas hacer nada...

Mayra se calla un momento, impresionada al parecer con lo que está contándome.

No, y casi todos los Izaguirre se ahogaron también. Del carajo, manita. Mayra me dijo

que Marina se enredó con unos salvavidas que llevaban en la lancha, y con unos

tablones viejos, y estuvo nadando y nadando con los muchachos a remolque,

luchando por salvarlos. ¡Dios me ampare!, figúrate, cinco muchachos, y Anita que no

hacía más que llorar y dar gritos y halar a Marina por donde la cogiera, y los demás,

todos horrorizados y chillando de lo lindo. De noche, oscuro, en medio del mar, del

carajo... Marina me contó que el mar estaba enfurecido, que ella nunca había visto

el mar así. ¡Ay, mija! Mira, si me parece que soy yo la que está allí en el mar, coño,

ahogándome... dice Marina que parecía un pulpo negro gigantesco que quería

tragárselos a todos. Pero de pronto llegó una embarcación cubana que cargó con

todos los que quedaban vivos, y gracias a eso pudieron salvarse, porque ya Marina

no podía más... Mayra me dijo que Marina le había dicho que la embarcación los

trajo a la costa y los puso a resguardo. Después de todo Marina tuvo suerte, porque

óyeme, con cinco muchachos así a la zozobra, y que no se le ahogara ninguno, no

digo yo. Mira, mira, me erizo nada más que de pensarlo. Yo le tengo un respeto al

mar, nunca voy a la playa, y cuando voy de la orilla no paso ni con los guardias.

Mayra parece otra, ahora se ve animada, habla que te habla y gesticula cantidad y

no se ve tan pálida, quizás fue la contraluz del cuarto, no sé. Bastante flaca sí está,

pero yo también estoy seleca. Ahora me sigue contando la tragedia sin dejar de

fumar y de echarme el humo en la cara algunas veces. La gente del barco de la

poli se llevó a todo el mundo para un puesto de mando, después trajeron a Marina y

a los muchachos para la casa, y a Esteban y a los dos Izaguirre se los llevaron a no

sé qué lugar, detenidos o presos, qué sé yo. Marina cree que a Esteban lo van a

soltar para que presente los papeles para salir legalmente. Está con una crisis de

nervios del recoño de su madre, si no se priva de ésta se va a quedar monga. Oye,

que no es para menos. Porque coño, la que ha pasado, figúrate. Me sigue hablando

y yo apenas puedo articular palabra, espantada con todo lo que me dice. Marina

recogió unas cosas y se fue con los muchachos para la casa  de los padres de

Esteban, le dijo a Mayra que ya ellos estaban preparando los papeles, porque ella ni

muerta vuelve al mar otra vez, ni para verlo. Mayra está en el caserón cuidándolo

hasta ver qué hace Marina. Yo y Mayra recorremos la casa, que es enorme, aunque

de madera, tiene muy pocas partes de mampostería, pero aquí hay cantidad de

cosas de valor, no sé cómo Marina ha podido dejar todo esto al garete, aquí me

ponía yo las botas, me llevaba hasta ese reloj de pared que suena tan bonito, si no

fuera porque Marina me dijo que cuando ellos se fueran me iba a dar todo lo que

yo quisiera. Mayra me hace un guiño y sigue dándole a la lengua. Yo me fui de mi

casa hace tiempo... andaba por ahí, por donde me cogiera el día, revoloteando

como un gorrión después de un aguacero, hasta que Marina me mandó a buscar

con uno de los muchachos. Yo había estado con él y él sabía dónde podía estar,

ya tú sabes. Pero resulta que cuando llego aquí pues nada, que Marina está presa,

todavía no la habían soltado, según me dijo una vecina que me vio tocando y

llamando a Marina a toda voz. El caso es que Marina le mandó a decir a Mayra que

se quedara en la casa, y que la cuidara, y todo eso. Dice Mayra que el hijo de

Marina le hizo el cuento. Y cuando la soltaron, Marina le contó todos los detalles,

llorando sin parar, de pinga, manita... ¿así que tú no fumas? Pues como te contaba,

yo no me  llevaba con mi padrastro, el muy cabrón hijo de puta siempre estaba

tocándome, me pillaba por encima de la puerta del baño, parece que haciéndose

pajas a costa de verme encuerita bañándome, cabrón de mierda, no podía ni

cagar en paz. El tipo quería meterme mano, y mi mamá que está medio leocadia

no entendía las quejas que yo le daba. Ja. Pues me puse las botas cuando Marina

me dejó aquí con todo esto y oye, pensándolo bien, esto es una tentación, tú no

has visto nada todavía, hay hasta cubiertos de plata, muchacha, de plata legítima,

lo sé porque he visto cosas de plata en otras casas, pero qué va. No, la verdad que

a Marina yo no puedo hacerle eso, Marina es mi socia, y a mis socios yo no les hago 

un sucio así. Una tragedia griega, le digo a Mayra, asombrada de todo lo que me

ha dicho, y ella se me queda mirando como si yo fuera una de esas estatuas de los

parques que sólo sirven para que los gorriones las caguen y los chuchos las meen. El

caso es que yo y esta puñetera nos hemos hecho amigas enseguida, y la verdad es

que ninguna de las dos tenemos ni dónde caernos muertas, pero por lo menos tener

a alguien a quien contarle cuándo nos duele la cabeza o por qué estamos con un

sube de madre ya es algo. Sí, ya es algo. No digo yo...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com



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