sábado, 7 de marzo de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 9

La niña, la preciosa niña, desde que salió de mi vientre comenzó a crear poblemas:

que se llame Ana, dice mi padre, porque así se llamaba su madre, no, que se llame

Rosario, dice mi mamá, aunque no delante de mi padre, porque así se llamaba su

mamá, mis abuelas, las dos muertas, que ya yo no me acuerdo de ninguna. Pero

Tony con su cuchareta: no no no, ni Ana ni Rosario, mi hija se llamará Berta, como su

abuela, y no voy a discutir más este asunto, porque aunque tú y yo ahora estemos

divorciados, es mi hija, coño,  y va a seguir siendo mi hija hasta que yo me muera.

Tony enredando la pita, para no perder la costumbre. Se lo digo a mis padres y ellos

se afincan cada vez más en lo suyo, que Ana, que Rosario, que ya ese joven nada

tiene que ver contigo, dice mi mamá, que a la mierda el muerto de hambre ese,

dice mi padre, y en definitivas si Tony no da su autorización no le van a acepar a la

niña ninguno de esos nombres, según está estipulado, me dice un abogado que

conocí en el Pre. Pero a mí, que soy la madre, la que la llevó dentro nueve meses,

no me dicen nada, no me pregunta nadie, mi opinión no vale un quilo, soy un cero

a la izquierda, un parche pegado, un trapo de cocina, en éste y en todos los asuntos

de mi casa y mi familia, y hasta de mi propia hija. ¡Aaay! Estoy aburrida y cansada

de todo, de esta puñetera casa, de mis padres que sólo piensan en lo suyo y ni se

acuerdan de que yo existo y tengo voz y voto, del sanaco de Tony que sigue  

enredando la pita, de todo, de todo, de todo. Hasta de mi hija ya me estoy

cansando por anticipado, porque si fuera sólo el nombre, pero lo que me va a caer

encima ya me lo imagino. El bautizo, por ejemplo, que esa es otra historia. Mis padres

con que la niña tiene que bautizarse como Dios manda, Tony con que de eso nada,

que él no va con eso de los curas y la iglesia, y yo, que ya me da lo mismo la chicha

que el jugo de piña, porque lo que me pide el cuerpo, tan estropeado como me lo

dejó la dichosa niña, es no buscarme más problemas con nadie ni por nada, que le

pongan como les salga y al carajo. Es mi hija, la voy a alimentar, a criar, a querer lo

mismo si se llama Ana que Rosario que Berta que Sisebuta. Ya estoy obstinada. El

asma también con su jodienda, debilitándome cada vez que se le antoja, los

problemas de la casa y ahora la niña, que es el problema mayor, y no sé cómo

rayos voy a salir de todo este berenjenal. Con mi mamá ya no puedo contar y no

tengo a nadie más con quien contar. Yo no cargo a la niña demasiado, porque se

acostumbra y después no hay quien le aguante las perretas si no la cogen siempre.

La cuna está preciosa, al menos en eso se la comió mi padre. Y la niña no da

mucha guerra por ahora, por las noches se despierta algunas veces cuando está

mojadita, pero enseguida se rinde otra vez. Ya aprendí a cambiarle el pañal, a

secarla y a dormirla. A veces me cuesta, pero al fin lo logro. Soy su madre y este

muerto tengo que cargarlo yo, porque para eso la traje al mundo sin contar con

ella. Pero mi vida ha cambiado por completo, ahora es un tumulto, un movimiento

constante, un quehacer que no da tregua, el llanto de la niña, la toma de leche en

biberones, mis tetas no dan ni para una curielita, los pañales, la vigilancia, no vaya a

ser que se desenganche un alfiler de la cuna y se lo clave en un ojo o en la cara, el

corre corre cuando grita y nadie sabe por qué grita, y a todas horas a moverse, a

lavar los pañales, hervir los biberones, jugar con ella cuando está despierta, dormirla

cuando se pone majadera, hacerle gracias, muecas, gestos, para que se ría y se

entretenga, cantarle nanas para que se tranquilice, enseñársela a los mirones que

vienen a verla como si fuera un fenómeno de circo y a brindarles crema de vie o el

aliñao ese que hace mi mamá, que dice que es lo que se brinda cuando nace un

niño y los parientes, amigos o vecinos vienen a ver y después a chismear con sus

amigotes de ocasión. Y yo de celadora de parientes, amigos y vecinos, por si acaso.

Y esa señora de Vista Alegre que parece tan amiga de mis padres, que hacía un

siglo que no ponía sus pies aquí, que no me acuerdo ni de cómo se llama, que viene

con alguno de sus hijos siempre, porque parece que tiene un montón, siempre trae a

uno distinto. Pues sí señor, esta es mi nueva vida desde que nació la niña: la niña al

despertarme, la niña por la mañana, por el mediodía, por la tarde, por la noche, por

la madrugada, la niña que ahora ocupa el centro de mis pensamientos y de mis

acciones como lo ocupó el truhán de Tony cuando lo conocí. Y a hervir los pañales,

los biberones, la ropa, el agua, todo eso, y a veces no alcanza la luz brillante para

encender el fogón y hervir lo que toque. Menos mal que mis padres trajeron un

montón de cosas de esas tiendas especiales y hasta un gorrito para el frío, como si

estuviéramos en la Siberia. En fin, que estoy obstinada... ¡Obstinada! ¡Estoy obstinada!

Una mañana se aparece en la casa nada menos que la madre de Tony, que yo ni

me acordaba de ella. Me asombro cuando entra y mi mamá la recibe con mucha

amabilidad, casi con cariño, pase, pase, Aurelia, la estaba esperando, venga, y

Aurelia pasa, saluda a mi mamá, me mira y me saluda de lejos, y enseguida abre

un bolso que trae y ante mis asombrados ojos saca un sinfín de marugas, pelotas

de goma, ositos de peluche, campanitas de metal en colores, muñequitos y cuantas

cosas más que yo no me acordaba ni mis padres parece que tampoco que sirven

para entretener a los bebitos. Qué barbaridad. Entonces mi mamá le dice venga,

Aurelia, venga a ver qué criaturita tan linda es su nietecita, y yo me pongo a

elucubrar y me pregunto por qué entonces Tony dice que la niña se va a llamar

como su abuela si su abuela no se llama Berta, y se me enreda otra vez el meollo y

me empieza a doler la cabeza con el nombre, la niña, los biberones, los pañales,

Aurelia, los juguetes, Tony, yo con una hija, casi no lo creo, yo casada, divorciada,

parida, no, no, no lo creo, no puede ser, a los catorce años, a los quince, una

chiquilla culicagada que todavía no sabe ni limpiarse el culo, esto no puede

estarme sucediendo en realidad, no señor, no puede, no, esto no es más que

una pesadilla, esto tiene que ser una horrible pesadilla...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

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