domingo, 1 de febrero de 2015

ESA MUCHACHA TRISTE QUE SUEÑA CON LA NIEVE 4

Esta es la primera vez que yo llego a mi casa después de las diez. Me tiemblan las

manos. Me tiembla todo el cuerpo. Yo sé que mi padre está esperándome, sentado

en la butaca, detrás de la puerta, yo lo sé, porque él no es de los que se paran en

la puerra a vigilar. Sí señor, sentado en la butaca con cara de toro furioso, fumando,

cruzando y descruzando las piernas, mirando su reloj cada cinco minutos, listo para

cuando yo llegue y toque suavecito. Yo lo sé, cómo no voy a saberlo, si lo conozco

bien, lo conozco muy bien. Sé que enseguida que me oiga tocar va a dar un brinco,

va a tirar el cigarro en el suelo, va a abrir la puerta y se me va a quedar mirando un

momento, carraspeando la garganta, con la cara sudada por la rabia. Así mismo

como me lo estoy imaginando. Mi padre no habla mucho conmigo, las descargas

se las echa a mi mamá, la pobre, que las aguanta sin chistar. Bellaca que es. A mí

no, a mì nada más que va a decirme: ¿así que en la calle hasta esta hora con ese

muerto de hambre?, si me parece estarlo oyendo. Lo demás van a ser golpes, y

golpes muy duros, me va a golpear con su fuerza de bruto, su furia de salvaje, y los

golpes me van a doler mucho, voy a llorar, a gritar, y mi mamá va a aparecerse en

la sala con su cara de Magdalena arrepentida, pero no va a hacer nada, nada más

que llorar ella también. Y a la media hora todavía me va a arder el pellejo. Animal.

Ah, pero si mi padre me mete, yo sé lo que voy a hacer. Ya lo creo que sé lo que

voy a hacer. Y lo que voy a hacer es que a partir de ese mismo momento voy a

empezar a inventarle, sí, a hacerle cuentos chinos, a él y a mi mamá por ser tan

aguantona, por permitir que él me pegue. Mentiras, muchas mentiras, total, si de

ellos mismos he aprendido que hay que decir mentiras para que no la cojan a una

de boba. Eso es lo que voy a hacer. Y voy a hacer mucho más, voy a escaparme

del Pre para ir a encontrarme con Tony en el parque de Ferreiro cada vez que

tenga un chance y al carajo lo demás. No digo yo. Qué se cree mi padre. Si piensa

que me voy a quedar en la casa todo el día con las libretas en las manos, entre

esas paredes churrosas y descascaradas mientras el bandido de Tony anda suelto

por ahí por la libre, y va y se busca una guaricandilla que no lo deje embarcado

como yo, de eso nada. Todo eso voy a hacer si mi padre me da una paliza por

aparecerme después de la hora establecida. Y punto. ¡Ay! Ya tengo un revolisco en

la cabeza que no me deja concentrarme, a ver si pierdo el año en el Pre por estar

corriéndole detrás al cabroncito de Tony y jugándole cabeza a mi padre. Pero es

que si lo dejo suelto se me corre, el muy sato se me corre, se busca otra y a mí que

me parta un rayo, y eso no puede pasar. Como están las muchachas hoy en día,

que se enternecen con cualquier bobería que un lindoro como Tony les diga en el

oído. Como me pasó a mí, que caí al tercer intento. Bribón. Eso es lo que es, un

bribón. Como dice mi mamá, que hay una putangá en la calle que da grima,

¡ay, hija!, tú ten mucho cuidado con esos figurines, ten mucho cuidado y no vayas

a meter la pata, que después vas a lamentarte toda la vida. Ah, ya deben ser como

las diez y media, Dios me ampare. Todavía no sé cómo pude zafarme de Tony, tuve

que darle un empujón y poner cara de drama para convencerlo y así y todo mira

qué hora es. La cara que debe tener mi padre, debe haberse fumado media

cajetilla, pero allá él, que se reviente él, yo no voy a darle ese gusto. Si me mete,

aguanto como una mula, y mañana ya veremos. A lo mejor me está esperando

con el cinto de cuero en las manos para darme una paliza madre, porque él tiene

que saber que yo estaba mateándome con Tony hasta esta hora, él tiene que

saberlo, de bobo no tiene un pelo de los pocos que le quedan en la cabezota esa

de toro que tiene. Cuántas cosas habrá hecho cuando era joven y cuántas hará

todavía, que yo creo que él tiene algo por ahí, porque a mi mamá ni la toca y a

veces yo los he oído en su cuarto, hablando bajito, y mi mamá empieza a llorar y

le dice: ya tú no te ocupas de mí para nada y esas cosas. ¡Ay! Me tiemblan las

manos, no puedo controlar estas manos, por Dios. Las diez y media por lo menos,

quizás hasta más. Se lo dije a Tony, Tony, mira que ya es tarde, que me busco

problemas en mi casa y después no me dejan salir sola por las noches, pero él qué

va, ahí y ahí, y hasta quería que yo me encaramara encima de sus piernas en el

banco y me bajara el blúmer, y yo sudando frío, tú te has vuelto loco, Tony, qué es

lo que te pasa, y tuve que ponerme dura, porque si no este bicho me desgracia allí

mismo, yo que estaba toda mojadita. Este Tony es tremendo, cuando empieza a

tocarme me descompongo todita, él lo sabe, lo sabe muy bien, canallita que es.

Pero por fin pude escaparme y salir de ese parque sudada y descompuesta, debo

parecer un muñecón de carnaval. Y ahora a la casa a enfrentarme a la fiera.

Ahora a mi padre le ha dado por pelear con mi mamá todos los días, por cualquier

cosita que pase le zumba una descarga, y cada vez que se ponen a pelear yo me

meto en mi cuarto y me escondo debajo de la colcha para no oír la pelea, pero así 

y todo la oigo siempre, porque él grita a todo pecho y no hay Dios que lo pare. Los

gritos de mi padre, el llanto de mi mamá, lo oigo todo, y los vecinos disfrutando del

show. Esas peleas me ponen muy nerviosa. Tengo los nervios a millón, las peleas por

un lado, el Tony por otro, los estudios, el miedo a que me cojan con las manos en la

masa, ¡ay!, qué va a ser de mí. Ah, pero a pesar de los pesares yo me voy a ver con

Tony cada vez que me dé la real gana, eso sí, me escapo con él cuantas veces él

quiera, de lo que no hay remedio, y me voy con él al fin del mundo, coño, a ver si

una noche de éstas nos tenemos que quedar por ahí, como el otro día que nos

cogió un aguacero torrencial y llegué a casa como un pollo mojado, suerte que el

toro furioso no había llegado. Pero una noche de éstas nos vamos a tener que

refugiar por ahí en algún lugar donde estemos los dos solos, completamente solos,

como él tantas veces me ha pedido, y mi padre se queda el muy vaina en espera,

en la sala, quién le viera la carota, con las colillas en el cenicero, el reloj en la

mesita, el cinto de cuero en las manos, ja ja ja, si me parece estarlo viendo, se va a

quedar dormido en la butaca y va a abrir la boca como el hipopótamo del zoo,

qué embarque. Vale la pena hacerlo solamente por joderlo un poco, bastante que

él me jode a mí. Demasiado. Pues sí señor, eso es lo que va a pasar un día de éstos,

oye, mocosita, ¿cuándo vamos a estar solos tú y yo donde nadie nos moleste?, y yo

muda, anda, vámonos para otro lugar, que aquí en el parque no podemos hacer

nada, pues bastante que hacemos en el puñetero parque, con la oscuridad que

hay allí, embúllate, me dice, y no, le digo, y él que sí y yo que no, y tú verás qué bien

lo vamos a pasar, porque este Tony se las sabe todas, siempre inventando, y la otra

noche por poco me convence, porque yo estaba que me derretía mientras Tony

me daba mordiditas en el cuello y me pasaba las manos por todas partes. Si no

llega a ser por aquellos estudiantes que llegaron a sapear, allí mismo me desgracio.

Pero mi padre se va a joder, de verdad que se va a joder. Está bueno ya de

aguantar tanto, qué carajo, y si se pone demasiado imperfecto lo que voy a hacer

es fugarme con Tony. Sí, fugarme con Tony, venderle el cajetín a esa casa oscura

y sucia y silenciosa, aunque al otro día, o a la otra semana, o cuando sea, yo me

aparezca toda descuajaringada, y entones mi padre me va a dar la paliza más

fenomenal que me ha dado desde que nací. Pero total, ¿qué me importan las

palizas? A un gustazo un trancazo. ¿Qué es lo que él quiere? ¿Que yo no me vea

más con Tony? Pues de eso nada, monada. Me veo con Tony las veces que me

salga del papo, mañana mismo vuelvo a estar con él y que mi padre me meta todo

lo que quiera meterme. Y si un día me quedo embarazada, con una barriga, como

le gusta decirme a cada rato, que pase lo que pase. Ya me veo soportando la

descarga, ¿no te lo dije?, ahí lo tienes, con esa sonrisita socarrona que él se gasta.

Total, si eso sucediera, mi mamá se va a enterar tarde o temprano, todo el mundo se

va a enterar tarde o temprano, y mi mamá se va a poner a dar gritos y mi padre se

va a escandalizar, y ella a tomar sus pastillas y él a pegarme, y mi casa se va a

convertir en una confusión de lágrimas, de gritos, de palabrotas, de amenazas, de

golpes, de dolores, de pastillas para los nervios, de cosas tiradas y rotas, de corre

corre, de cuchicheos, de llamadas telefónicas, de consultas al médico, de

secreticos, de silencio... ¿no te lo  dije?, ahí lo tienes. Entonces yo no voy a oír nada.

Nada nada. Absolutamente nada. Me pondré a pensar en Tony, trataré de

explicarme a mí misma por qué hicimos lo que hicimos y no podré entender mi

situación. Hasta que corran las semanas y los meses y suceda lo que tiene que

suceder, esto tiene una sola solución: que se haga un legrado, eso es lo que dirá mi

padre, tú estás loco, y eso es lo que dirá mi mamá. Y a llorar, a gritar, a rezar, pero yo

no voy a oírlos, yo no voy a oír nada, nada más que el silencio, porque mi casa se va

a convertir en eso cuando explote el escándalo. Después mis padres se pondrán de

acuerdo, qué remedio, y decidirán lo que hay que hacer sin contar conmigo para

nada. Me llevarán al médico, pero el médico les va a decir que es demasiado tarde

para hacerme un legrado, que lo siente mucho, que debo tener la criatura, y ahí sí,

la mundial, mi padre pelea, grita, patalea, casi se vuelve loco, mi mamá a tomar

pastillas, a esconderse en su cuarto, a rezar padrenuestros y avemarías, pero al fin

y al cabo, a las dos o tres semanas ya me veo sentada en una silla vieja, en una

oficina vieja, húmeda, apestosa, llena de papeles y de archivos viejos, húmedos,

apestosos, y a mi lado está Tony, muy serio, muy bien vestido, qué elegante se ve,

de dónde habrá sacado ese traje azul prusia que tan bien le queda, y yo, cómo

estoy yo vestida, debo estar también muy elegante, porque aquí todo el mundo

está elegante, y miren a este señor que nos está mirando, que también tiene un traje

azul prusia y nos mira muy serio, alto y canoso, flaco como un güin, es que todos

están serios, qué estará pasando. Y ahora este señor nos mira por encima de sus

espejuelitos que tienen un esparadrapo en una pata, y allá atrás están mis padres

y esa gente que no conozco, pero el señor nos está como sermoneando, nos está

diciendo que tenemos que firmar ese papel que nos pone delante, encima del

buró, que después lo tienen que firmar mis padres y esa gente que está allá atrás,

que parece que son amigos de mis padres, y ahora este señor nos lee un mamotreto

que tiene en sus manos huesudas que le tiemblan, qué flaco está el pobre, el traje le

baila, y nos dice que yo y Tony ya estamos casados legalmente, qué cosa, que yo y

Tony... no, ¿cómo es eso?, no entiendo ni jota, y el señor nos dice que ahora yo y

Tony ya somos marido y mujer, y... Dios mío, ¿yo y Tony marido y mujer?, pero qué

coño es esto, no entiendo nada, no sé nada, y esa gente de allá atrás, no se ve

nada, esto está muy oscuro, y mis padres, y Tony, y el señor que nos estaba leyendo

el mamotreto, ¿dónde se metieron todos?, qué oscuro está esto, no veo casi nada,

qué oscuro está este callejón, si sale alguien y me asalta, qué hago, si me violan

aquí mismo, que eso sucede a cada rato, Dios mío, si me sucede algo malo, qué

oscuro, menos mal que ya me falta poco para llegar a mi casa, mi madre, y qué

tarde es ya, es tardísimo, ya deben ser como las once de la noche, sí, como las

once, Dios me ampare, o más de las once, sí, más de las once, misericordia, ¡ay!,

hoy mi padre me mata...

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr



http://laenvolvencia.blogspot.com

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