domingo, 30 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA - CAPITULO FINAL


...hasta que apareció aquel dolor y comenzó su ciclo de quejarse, de sentirse mal,

de tirarse en la cama y no desear otra cosa que permanecer en esa posición, en

espera de lo imprevisible, postrada, mirando un punto fijo del techo o las paredes,

y angustiándose hasta la desesperación, sólo pensando en lo que creía su gran

desgracia, preguntándose por qué a ella, mientras Mario y Mercy intentaban,

inútilmente, apartarla de la idea permanente que se había hecho fuerte en su

cerebro. Y comenzó a ausentarse del trabajo: primero varios días, después varias

semanas, al final solicitando permisos y presentando los certificados que ya le

expedían en la policlínica, en el hospital, y en los centros especializados a donde

acudía con Mario o con Mercy, y algunas veces sola, sin más compañía que su

dolor agudo intermitente, que a veces atenuaba sus punzadas, pero que siempre

volvía con más fuerza, atenazándola con la desesperación de la impotencia para

descifrar y resolver su enfermedad. Y así fue como le descubrieron una cervicitis

crónica, y así fue como llegó al Oncológico, donde el doctor Julio César la conminó

a predisponerse para una operación urgente, que después del resultado negativo

de la biopsia se fue posponiendo, hasta que por fin, tras pasar quince días ingresada

en el hospital "Ambrosio Grillo", en el materno-sur le practicaron una criocirugía en

el cuello del útero... todos esos recuerdos se amontonan ahora, dispersos, pero

reincidentes, en los pensamientos de Marnia, recostada al muro del balcón, mirando

a la distancia, allá a lo lejos, a los edificos de la Universidad, de su Universidad, que

ya no lo sería más... y Marnia recuerda aquella reunión del nújcleo del Partido de su

Departamento, presidida por Elvira, y con la asesoría de la doctora Morell, de cuyos

pormenores se enteró por Liliana, que en un arranque de sinceridad incontenible

se los enumeró, sin ocultarle ni un solo detalle:

               Elvira planteó que a pesar de tu intervención en aquella asamblea, a ellos

               les resultaba difícil justificar una sanción por algo que aunque era

               considerado como grave desde el punto de vista político, no aparecía

               fundamentado en ningún documento oficial. Enseguida agregó que de

               todos modos a ti había que sancionarte, y repitió como un papagayo todo

               lo que había dicho en la reunión donde se discutió tu caso. Oyeme, no sé

               cómo pude contenerme cuando esa mojona se atrevió a decir que ahora

               ellos sí tenían una razón válida, oficial, estipulada por el reglamento ramal

               de la enseñanza universitaria, para tomar una medida disciplinaria contra

               ti, y que esa razón era tu ausencia del trabajo. ¿Te imaginas? Declararte

               ausentista. Dijo que así podían sancionarte dentro de los límites legales, y

               que no pareciera algo político, sin cometer ningún desliz que pudiera usarse

               contra ellos. Ah, pero lo mejor del caso no fue lo de Elvira. De ella se podía

               esperar cualquier cosa. Lo mejor fue lo que dijo la doctora Morell: "yo he

               tratado de localizarla, le he enviado varios avisos, pero ella no responde, no

               se ha presentado aquí para aclarar su situación, y yo creo que eso es una

               falta de respeto inadmisible que..." Mira, la sangre se me enciende cada vez

               que me acuerdo. Claro que yo intervine y hablé hasta por los codos, y solté

               allí todo lo que me salió del papo, de la rabia que tenía. Oír decir eso de

               una mujer enferma, que ha pasado por lo que tú has pasado, y que sólo

               por decir lo que piensa le están arreglando la cama para quitársela de

               encima, y de ñapa agarrarse de eso, de tu ausencia al trabajo, no, mi

               amiga, un ser humano que tenga sangre corriendo por sus venas y aunque

               sea un mínimo de vergüenza, no se puede quedar en silencio ante tanto

               descaro. Pues como te lo cuento: la doctora Morell planteó, óyeme, te lo

               juro que así mismo fue, que tú debías ser separada del Departamento... así

               mismo, imagínate, y ahí mismo doña Elvira se lanzó, ella que quizás ni había

               pensado en una separación, y Oscar entonces señaló las cosas que según

               él tú tienes en contra, y nadie más tuvo el coraje y la decencia de señalar

               ni una sola cosa buena de las que siempre te han señalado. ¿Te acuerdas

               lo que dijo todo el mundo cuando se analizó tu clase abierta? Pues así

               mismo fue: todos arratonados, haciéndose cómplices de semejante

               desvergüenza. Cuando yo terminé de hablar, lo único que dijo Elvira fue

               que mi caso, sí, así mismo, mi caso, sería analizado en una reunión del

               núcleo que próximamente se celebraría, porque... oye esto: porque yo me

               estaba apartando de la línea de conducta trazada por el Partido para sus

               militantes... ¿Para qué seguir contándote toda esta mierda que...? Si me

               dan deseos de vomitar, pero de vomitarle encima a esos pendejos...

De esa reunión había salido, ya Marnia no tenía dudas, la resolución decanal que

la separaba definitivamente de la Universidad, atendiendo a sus reiteradas

ausencias, sin tomar en cuenta certificados médicos, ni solicitudes de licencias sin

sueldo, ni lo más importante: su estado de salud, tan evidente que sólo un miserable

podía pensar que no era para tanto, como había dicho -según Liliana- la doctora

Morell en esa reunión posterior donde por fin se decidió su separación definitiva. "Yo

creo -dijo entonces la doctora Morell- que lo que ella tenía no era para tanto. Ella

podía haber venido aquí a justificar sus ausencias, y podía haber comenzado a

trabajar desde el mismo comienzo de curso"... Marnia recuerda todo eso ahora en el

balcón, y no puede evitar que sus lágrimas le rueden copiosas, ni que sus labios se

aprieten en un gesto de dolor, de rabia, de impotencia. Ya todo estaba hecho. Ya

todo estaba decidido. Ya ella había visitado lo que fue su centro de trabajo, su

segunda casa, por última vez. Ya había recibido su último salario por correo

certificado, su tiempo acumulado de vacaciones que no se contaron, su expediente

laboral lacrado con su historial como trabajadora, que debía acompañarla de por

vida casa vez que acudiera a optar por algún nuevo empleo. "Ya todo es inútil.

Mejor no pensar más en eso"... El día comenzó a nublarse. Marnia notó que la

temperatura había subido. Se volvió. Mario no se veía por ningún lugar. Entró al

apartamento y se quedó de pie, en medio de la sala, y su vista se dirigió al estante

donde tenía sus libros, sus folletos, las conferencias y los seminarios que había

impartido, las notas, los trabajos que le habían servido para dar sus clases durante

esos cinco años pasados en la Universidad... De pronto se dijo en voz alta: "voy a

quemar toda esta mierda", y se desplomó en una butaca. Casi sin fuerzas, respirando

con dificultad, comenzó a llorar estrepitosamente...



Santiago de Cuba, 1992 – 1994

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com

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