sábado, 22 de noviembre de 2014

EL AULA SUCIA 50

--Pase, compañera.

No le contestaron los buenos días que había dado al pararse en la puerta de la

Secretaría de la Facultad. En la oficina, además de la secretaria, se encontraban

dos mujeres jóvenes sentadas en un sofá pullman, conversando, pero ambas

callaron cuando Marnia entró. La Secretaria le extendió un sobre manila sellado con

presillas, tomó una hoja de imprenta escrita, y le dijo "firme aquí". Cuando Marnia le

entregó la hoja firmada, la Secretaria le dijo "gracias" y continuó revisando los

papeles que tenía sobre su buró. Al salir de la Secretaría, Marnia volvió a decir

buenos días, a lo que tampoco respondieron las mujeres que se mantuvieron en

silencio. "Hasta hace poco me decían profesora, ahora me dicen compañera,

dentro de poco me dirán ciudadana", pensó, bajando por las escaleras de las

oficinas de la Facultad. En sus manos llevaba su expediente laboral, documento

que tendría que conservar y presentar ante cualquier posible empleador cada vez

que aspirara a una plaza en algún organismo, dependencia o empresa: el patrón

sería siempre el mismo: el Estado. No podría ocupar ninguna otra plaza en ningún

otro centro laboral sin presentar ese expediente, en el que aparecía la sanción,

además de las observaciones que el Partido, el Sindicato, la Administración y la FEU

habían escrito y archivado en su historia laboral, cosa que prácticamente impediría

que pudiera obtener un buen empleo en el futuro, pues todos sus posibles

empleadores tomarían como sagradas las opiniones vertidas sobre ella en ese

expediente. "¿Habrán colocado mis evaluaciones, mis chequeos de clases, mis

certificados médicos, mis solicitudes de licencia sin sueldo?", se preguntaba, frente a

la puerta de su apartamento, imaginándose que Mario abriría el expediente y leería

todo lo que había dentro, ya que su marido no era de los que se dejaban coger

desprevenidos, ni siquiera en estos trámites de papeleo que él consideraba carentes

de la más mínima importancia. Y Marnia abrió la puerta, apretando contra sí el

dichoso documento, agregándole la página con la certificación de entrega que

había firmado y recibido de parte de la Secretaría de la Facultad de Ciencias

Sociales y Humanísticas de la Universidad de Oriente, de lo que había sido, hasta ese

momento, su centro de trabajo, su segunda casa, la prolongación de su vida

profesional que la iba encaminando hacia empeños mayores dentro del magisterio,

interrumpidos por una enfermedad crónica aguda que la apartó de su dedicación

por un período de seis meses...

--Aquí tienes mi expediente laboral -le dijo a Mario tan pronto lo tuvo frente a sí,

dentro del apartamento-. Ahora sí creo que jamás volveré a poner un pie en la

Universidad.

(Próxima semana: capítulo final)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr


http://laenvolvencia.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario