sábado, 27 de septiembre de 2014

EL AULA SUCIA 42

--Es cierto, algunos de nosotros incumplimos nuestra principal tarea, que es asistir a

clases, pero hay que analizar por qué no asistimos, porque lo más fácil es plantear

que somos indisciplinados, poco serios, apáticos...

--Para eso estamos aquí, Alejandro.

--Sí, pero ya nos hemos reunido muchas veces para eso, y el caso es que siempre

nos echan un sermón y nos hacen una promesa que jamás se cumple y nos

proponen un plan que nunca se ejecuta.

--Alejandro tiene razón, profesora. No es la primera vez que nos reunimos las dos

partes para discutir este problema de la incomunicación alumno-profesor.

--De acuerdo, David, pero fíjate que hoy estamos aquí todos los profesores de la

Facultad y algunos invitados, está la Dirección, está el Partido, está la UJC, y están

ustedes, los alumnos, y la FEU. Yo creo que tenemos suficiente marterial humano

para analizar, discutir, buscarle una solución al problema. O a los problemas, si son

varios, como oigo que dicen por ahí.

--Pero yo pienso que los demás problemas se relacionan con éste.

--Bien, bien. Ya comenzamos por oír a los alumnos, después hablaremos nosotros

como profesores, y al final todo el que quiera dar una opinión al respecto. Aquí todo

el mundo va a hablar, todo el mundo va a decir lo que quiera decir, y se van a

plantear todos los problemas que se tengan que plantear. Y ustedes, alumnos,

tiene luz verde. Ustedes me conocen y saben que yo no hablo por hablar.

--Permiso para hablar.

--A ver, Enriqueta, tira tú la primera piedra.

--Mire, profesora, yo pienso que la razón fundamental por la que muchos de nosotros

faltamos a clases es que tenemos varios profesores que no son capaces de

motivarnos. ¿Qué pasa? Que venimos aquí a sentarnos en una silla incómoda, en un

aula calurosa, durante un par de horas, y lo que oímos es una repetición mecánica

de un texto escrito por otro. Y eso no es muy edificante que digamos, ¿no?

--Permiso, profe. Sobre eso que dice Ketty: mejor nos quedamos en la casa, en short

y chancletas, con el libro en la mano y una música suave como fondo, y si tenemos

un buen ventilador a mano, en menos tiempo matamos el gallo y sin pasar trabajos

con el transporte.

--Por eso hay veces que nos sorprenden leyendo una novela en plena clase, porque

mire, usted sabe que hay profesores que lo que hacen es leernos la bibliografía, que

deben sabérsela de memoria, y si acaso comentar algo de lo que viene en el

programa o en el texto y óigame, así no se entusiasma nadie.

--Pero no todos los profesores son así, Ramón.

--Cierto, profe, pero tampoco todos los alumnos faltamos a clases.

--Teresa.

--Yo quiero poner un ejemplo: ¿algunos de ustedes han asistido a una clase de la

profesora Liliana?

--No empiecen conmigo...

--Muchos de nosotros, Tere.

--Pues bien, a que no encuentran una silla vacía en una clase de Liliana. ¿Y por

qué? Pues hay que ir a verla, para que vean cómo hay que dar una clase.

--No te pongas colorada, Liliana, tus alumnos te están haciendo justicia.

--Cojan a otro, muchachos, y suéltenme algún día.

--También es verdad que nosotros llegamos aquí con muchos lastres, porque los

profesores que tuvimos en la enseñanza media no fueron capaces de darnos la

base que se necesita para entrar en la Universidad.

--Y sin embargo, henos aquí.

--Y aquí nos fundimos, o desertamos, o lo que es peor: nos graduamos de todas

maneras, compañeros, y salimos a la calle a hacer barbaridades, o a no hacer

nada, porque eso es otra cosa: aquí el que no deserta se gradúa, todo el mundo se

gradúa, aunque no conozca ni la tabla de multiplicar.

--Tienes razón, David, pero eso es un problema muy complejo, y creo que ustedes,

aunque son muy jóvenes, conocen la historia de la formación de profesores en este

país tras el triunfo de la Revolución, y conocen la herencia que encontró la

Revolución al llegar al poder. Pero no se asusten, no les voy a repetir la historia, no.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer? ¿Sacar de aquí a esos profesores que a juicio de

ustedes no son capaces de motivarlos para que asistan a clases? Eso tendríamos

que analizarlo muy cuidadosamente. Y en todo caso, si sacáramos de aquí a esos

profesores, o a algunos de ellos, ¿a quiénes pondríamos en su lugar? ¿Y a quiénes

ponemos en la enseñanza media? Porque un profesor no se fabrica apretando un

botón.

--Ni con buenos deseos tampoco.

--Bueno, profe, sí, usted tiene razón , pero yo creo que por lo menos habría que ver

por qué se ha llegado a esta situación, cómo empezó a gestarse este problema,

quién o quiénes son culpables... porque esas cosas a nosotros no nos las explican.

--Bueno, Ramón, yo creo que con eso no resolveríamos nada. El mal está hecho, y

tiene raíces muy hondas.

--Cierto, profesora, pero ¿hasta cuándo tenemos que arrastrar ese mal?

--Te confieso que no lo sé, Gelasio. El Partido lo ha analizado, pero el Partido no es

un mago, aunque hay quienes piensan que sí.

--Con permiso. Otra cosa: mire, profe, usted sabe que aquí hay alumnos que pasan

los exámenes y los aprueban, y algunos con muy buenas notas. Pues resulta que son

alumnos que nunca asisten a esas clases de que hablábamos. Copian la materia

por algún compañero, se justifican, vienen, y salen bien. Para mí, eso es una muestra

de que asistir a clases no es imprescindible.

--Bien, compañeros. Yo creo que este asunto de la motivación en las clases, o de la

falta de motivación, no vamos a poder resolverlo aquí ahora, por decreto. Si la

compañera Gabriela me permite...

--Adelante, Elvira.

--Miren: yo creo que se podrían hacer dos cosas: una, permitir que los alumnos no

asistan a clases, como he oido que opinan algunos, pero eso sería inadmisible,

porque... bueno, eso sería apartarse de las normas establecidas... y otra, hacer un

trabajo fuerte con esos profesores que señalan los alumnos... un trabajo político con

ellos, a ver cómo pueden resolver ese problema y mejorar sus clases.

--A ver, Reinaldo.

--Mire, profe, eso que dice la profesora Elvira de faltar a clases autorizadamente..,.

--No, Reinaldo, ya yo aclaré que eso sería inadmisible, porque...

--Perdóneme, déjeme aclarar bien. Mire, faltar a clases a mí me parece que no sería

la mejor solución. No, no sería la mejor solución. Yo creo que si eso se autoriza, las

aulas se quedarán vacías... ¿Se ríen? Pero en fin, yo lo que creo es que se podrían

hacer exámenes, oposiciones, pruebas, evaluaciones, no sé, algo que permita que

sólo los profesores que están verdaderamente capacitados sean profesores de la

Universidad.

--Bueno, ¿qué opinan los de la mesa?

--Eso me parece una idea descabellada. Es irrealizable.

--Yo no sé cómo podría hacerse eso. Primero tendría que aprobarlo el Ministerio,

claro.

--Sí, eso sería lo ideal, pensándolo bien, pero... lo que tú señalabas: ¿qué haríamos

con esos profesores que quedaran fuera? Porque eso es un problema muy, pero muy

delicado.

--No sólo delicado, eso es un problema ético, social, político... hasta económico.

--Vamos a ver: lo que dice Marnia me parece correcto, eso es un problema muy

delicado, compañeros, hay que pensar muy bien las cosas, no soltarlas así como

así. Hay que hacer un informe sobre todas estas cosas, de todas estas ideas, de las

proposiciones, a ver. Y hay que elevarlo enseguida.

--Permiso. Elevarlo, pero defendiendo nuestra posición, profe, porque siempre que

elevamos algo, aunque lo hagamos con cien firmas, si hay un funcionario de esos en

las altas esferas que no está de acuerdo, lo plancha.

--Raúl tiene razón, compañeros. Pero hay que hacer algo, porque nuestra

Universidad se está convirtiendo en una escuela nacional.

--Bueno, bueno, está bien. Hay otras cosas... por aquí tengo muchas notas, muchas...

--Permiso, profesora. Una cosa que también nos golpea mucho: la comunicación del

profesor con sus alumnos depende mucho, a mi modo de ver, de la confianza que

esos alumnos tengan en el profesor. Y vamos a llamar a las cosas por sus nombres,

¿eh? ¿Qué confianza se puede tener en un profesor que dice las cosas a medias, o

que incluso oculta las cosas?

--Explícate, Orlando, que eso no está claro.

--Miren, compañeros: a veces yo mismo le he preguntado algo a algún profesor,

algo sobre un asunto que no se nos ha informado oficialmente, pero que todo el

mundo conoce por comentarios que siempre se hacen en los pasillos, por rumores,

por...

--Si pusieras un ejemplo concreto ganaríamos en claridad.

--Pues lo pongo, profesora. Miren: cuando aquí se decidió, no sé por qué ni por quién

sacar al profesor Pardo de la Universidad, no se nos informó nada, absolutamente

nada. Me refiero a cuando se tomó esa decisión, porque después sí se nos dijo...

--Sí, después, cuando hasta por las emisoras extranjeras estaban comentando la

noticia.

--Bueno, bueno, compañeros, no vamos a exagerar. Sigue, Orlando.

--Bueno, mi ejemplo: le pregunté a la profesora Elvira, aquí presente, como ella es la

Secretaria del Núcleo del Partido de Literatura, y ¿saben lo que me contestó?

--Sí, lo sabemos, te contestó que eso era un problema político y que no debía

discutirse en las aulas.

--¿Fue así o no fue así, compañera Elvira?

--Fue así. A mí me orientaron que si me preguntaran contestara eso.

--Por favor, hagan silencio, compañeros. Yo misma se lo orienté en la reunión del

Partido, Orlando. Eso fue lo que se determinó en aquel momento. Después, todos

tuvieron la información.

--Pues ahí lo tiene, profesora. Yo me pregunto: ¿por qué tenemos que esperar y

esperar, y enterarnos por fuentes ajenas a la Universidad? Oiganlo bien: ajenas a la

Universidad, sobre cosas que ocurren aquí, en la Universidad. ¿No es mejor decirlo

todo enseguida y así evitar las bolas, los rumores, hasta los inventos?

--Y lo que es peor, que si nos cogen comentando eso, Dios nos libre, hasta nos

pueden acusar de diversionismo ideológico.

--Ramón, que no es para tanto.

--Porque usted, compañero Oscar, como profesor, nunca ha tenido que soportar

que en un aula le echen una descarga por estar haciendo comentarios sobre los

problemas no aclarados oficialmente.

--¿Y quién tiene la culpa? ¿Por qué no han sido aclarados?

--Yo creo que ustedes tienen razón, muchachos. Yo por lo menos estoy de acuerdo

en que siempre hay que darles una respuesta clara a todas las preguntas, a menos

que no sepamos la respuesta, y en ese caso podemos remitir a quien pregunta a

alguien que sí la sepa.

--Yo no estoy de acuerdo contigo, Oscar. Yo, como profesora, no creo que los

alumnos tengan que conocerlo todo. ¿O es que aquí no hay cosas reservadas, o

incluso secretas? Cosas que no tiene por qué conocerlas todo el mundo.

--Discrepo con usted, profesora. Pienso que lo que se oculta no es honesto ni

ayuda.

--Silencio, compañeros, silencio. A ver, Enriqueta.

--Pienso igual que David. Lo que se oculta hace más daño que lo que se divulga.

Por lo menos aquí en la Universidad.

--Vamos a hacer silencio...

--Lo que pasa es que hay miedo de plantearle las cosas a los alumnos.

--¿Miedo a qué, Teresa? Aclara eso, por favor.

--Miedo, profesora. Hay miedo, y lo digo con toda responsabilidad.

--Yo estoy de acuerdo con Tere. Aquí hay miedo, señores. ¿Y saben lo que yo pienso

de todo esto? Pues yo pienso que quien tiene miedo sencillamente no está seguro de

su ideología.

--Si no hacemos silencio, si no pedimos la palabra, no podemos entendernos,

compañeros. ¡Por favor!

--Permiso, profe.

--A ver, Raúl.

--Miren, compañeros, aquí llevamos mucho tiempo cometiendo el mismo error. Yo le

hago esa crítica al Partido y a la dirección de la Universidad. Mucho secreteo,

mucho misterio, y eso no ayuda. Hay miedo a plantear las cosas claramente. ¿Por

qué? ¿Es que se hacen cosas mal hechas? Porque si yo estoy convencido de que

estoy haciendo algo justo y correcto, no tengo por qué tener miedo a decirlo, ni a

hacerlo.

--Opino igual que Raúl. El caso de ese profesor es un ejemplo diáfano. Se sacó de

aquí por problemas políticos, según se nos informó cuando el chisme hizo crisis. Pero

¿qué problemas políticos? Porque eso es otra cosa: está de moda eso de

encasquetarle a cualquiera que tiene problemas políticos, y muchas veces el tipo

no tiene ningún tipo de problemas.

--No, muchas veces el que los tiene es el que se los encasqueta.

--Te quedó bien eso, Gerardo.

--Bueno, eso sucede lo mismo con profesores que con alumnos.

--Sí, pero con los alumnos sucede mucho más, y mucho más frecuentemente.

--Señores, eso es muy delicado, hay que tener mucho cuidado, porque eso invalida

a cualquier ciudadano en este país.

--¿Y tú crees, Marnia, que los problemas políticos no tienen importancia?

--Yo creo que sí la tienen, Gabriela, pero también creo que primero habría que

determinar cuáles son esos problemas, porque mira, ahora mismo aquí estamos

planteando cosas que si las planteáramos en alguna reunión no oficial nos crearían

problemas políticos. Es un ejemplo, claro.

--Yo no creo que nada que se haya planteado aquí pueda crearle a nadie

problemas políticos.

--Permiso. usted no lo cree, profe, porque aquí lo estamos planteando en una

reunión oficial, como dijo la profesora Marnia, y en presencia del Partido. Otra cosa

sería que alguno de nosotros hiciera esos comentarios en privado.

--Mira, Elena, yo creo que este tipo de comentarios no tiene por qué hacerse en

privado.

--Por favor, compañeros, vamos a pedir la palabra.

--Discrepo con usted, profesora. Yo creo que cualquier persona tiene derecho a

hablar de lo que le parezca, ¿no? En su casa, en la calle, en la Universidad. ¿O es

que se le va a decir a la gente lo que puede y lo que no puede hablar en privado?

--Por favor, que hace rato que tengo la mano levantada.

--Sí, Pedro.

--La cuestión, compañeros, radica en eso que planteó Elisa: el Partido controla todo

lo que se puede o no se puede decir y comentar. Eso es todo. Y a mí eso me parece

un tremendo error.

--No estoy de acuerdo contigo, Pedro. El Partido no obliga a nadie a decir esto o

aquello. El Partido no es un instrumento represivo, como algunos de ustedes

pretenden hacer creer.

--Bien, compañeros, un poco de calma, ¿eh? A ver, Clarita.

--No, yo sólo quería decir que los problemas no pueden resolverse con teques. A

nosotros, a estas alturas, me parece que eso es una muestra de inmadurez de quien

los da.

--Correcto, Clarita, estoy contigo en eso.

--Es que yo no comprendo cómo es que todavía hay profesores que cuando se ven

en un aprieto cuando les hacemos preguntas de las que llaman capciosas, y eso,

apelan al teque, al patriotismo, como si con eso fueran a salir del paso, como si con

eso fueran a convencernos de lo que no estamos convencidos.

--¿De la mesa?

--Yo, por ejemplo... bueno, ustedes me conocen, yo no soy amiga de dar teques, no,

pero pienso que los alumnos no tienen por qué manejar todos los problemas que

maneja el Partido. No sólo los alumnos, ni siquiera todo el profesorado. Y me parece

que con eso no se ofende a nadie, no se humilla a nadie. El Partido tiene sus propios

problemas, sus propios asuntos, que considera que no todos deben ser del dominio

público. Creo que tiene ese derecho, ¿no? ¿Por qué tenemos que publicar esos

asuntos en la prensa?

--Sí, compañera Ada, pero entonces... ¿cómo encontramos nosotros explicaciones

autorizadas ante ciertas circunstancias políticas que no se publican en la prensa?

--¿Por ejemplo?

--Por ejemplo, un problema de índole internacional que no se haya publicado aquí,

pero sí en el extranjero.

--Permiso, profesora. Mire, perdóneme, pero yo creo que no hay que controlar ni

orientar nada. Sencillamente, que cada profesor piense con su cerebro y exponga

sus ideas, que conteste lo que él crea que debe contestar, de acuerdo a esas ideas,

no a las ideas de otros, que pueden estar equivocadas, ¿no? Porque cualquiera

puede equivocarse. O sea, cada cual que emita su opinión. La polémica a mí me

parece que redundaría más en beneficios colectivos que el esquematismo, la duda,

el temor...

--Chico, lo que tú quieres es implantar la anarquía.

--Yo no quiero implantar la anarquía, yo lo que quiero es que se me respete y se me

trate como a un ser humano pensante que soy y no como a un mongólico, como a

una marioneta.

--Por favor, compañeros, por favor, hagan silencio. Así no podemos continuar la

discusión. Hagan silencio y pidan la palabra. A ver, los compañeros de la mesa.

--Yo creo que esta reunión ha perdido sus objetivos, Gabriela.

--Oscar.

--Bueno, yo creo que podemos continuar, pero... es que me parece que los alumnos

están muy excitados, no sé...

--Doctora Morell, usted no ha dicho una palabra.

--Yo opino exactamente igual que Oscar.

--¿Alguien más? Los alumnos... sobre el mismo tema... allá atrás hay una especie de

miniasamblea, vamos a ver.

--Con permiso, profe. No, es que estábamos discutiendo aquí... no sólo las críticas

deben estar dirigidas a nuestros profesores, muchos de nosotros no deberíamos estar

aquí, estudiando en la Universidad... realmente creo que no estábamos preparados.

--Silencio, compañeros. Pidan la palabra. Reinaldo.

--Para ser justos tendríamos que depurar las filas de las dos partes.

--Yo creo que nos estamos desviando del asunto principal.

--Sí, yo estoy de acuerdo con Elvira, porque en definitivas, los que ya estamos aquí

vamos a continuar aquí, lo mismo profesores que alumnos. Por eso lo que tenemos

que hacer es resolver la situación con los que estamos y para los que estamos.

--De acuerdo.

--¿Más opiniones?

--Todo es importante, compañeros, porque miren: nosotros vamos a graduarnos y

vamos a salir de aquí, a trabajar, sin tener realmente una gran capacidad para

desempeñar un buen papel y contribuir al desarrollo del país, y eso no es más que

un globo.

--Alejandro, estabas calladito.

--Permiso, compañeros. Sí, eso es lo que sucede: un globo, lo que se maneja con

números fríos, y que no refleja de verdad la situación de la enseñanza universitaria

en nuestro país.

--Bien, bien. Primero hay que dejar bien claro eso de no decir las cosas, de ocultarlas

y de no dar respuestas, etc. Eso que ustedes plantearon. Miren: lo primero que

ustedes tienen que hacer es participar más activamente en esta lucha por mejorar

nuestra Universidad. Porque, tengo que decirlo aquí: ustedes no hacen nada

preguntando y recibiendo evasivas o teques. ¿No piensan lo mismo? Ustedes tienen

que exigir, protestar, plantear las cosas al nivel que sea necesario... ah, sí, pero

exigiéndose también ustedes mismos, siendo parte activa de esta lucha, haciendo

suyas todas las tareas del Partido, de la UJC, de la FEU, en fin, las tareas comunes

que en definitivas van a ayudar a mejorar nuestra enseñanza. Asumir su papel de

verdad, no sólo preguntando o cuestionando, formar parte de ese todo cuando ese

todo que somos tenga una victoria o un revés, y sentirse responsables ante cada

victoria y cada revés. Y entonces exigirnos más después, con moral, con

conocimiento de causa. Porque fíjense: si un profesor, citando un ejemplo anterior,

les da una respuesta ambigua o evasiva, como dicen ustedes, o les dispara un teque

que yo creo que tampoco es lo mejor, y ustedes se quedan tranquilos, callados,

hablando entre sí en los pasillos...

--Perdone, profe, pero es que a veces llevamos estos problemas a la UJC o al mismo

Partido y en ambas instancias nos dicen que eso se discutirá después, en su

oportunidad, y el caso es que pasa el tiempo y esa oportunidad no acaba de llegar,

y solamente cuando el problema hace crisis el Partido toma partido, y valga la

redundancia, y entonces se nos aclara la situación.

--O se intenta aclararnos la situación, Ramón, porque no siempre se logra. Como dijo

la profesora, el Partido no es un mago, ¿verdad?

--Yo creo que las ironías no conducen a nada, Gelasio.

--No son ironías, profesora, yo...

--Compañeros, vamos a referirnos a lo que estamos discutiendo. Vamos a dejar los

malos entendidos aparte.

--Por mí...

--No, compañera, los malos entendidos hay que hacerlos buenos.

--Bien, bien... A ver... ¿alguien más?

--Yo pregunto: y si nadie nos aclara una duda, una inquietud, ¿qué hacemos?

--Mira, Raúl, como profesor y como militante del Partido te digo que no existe nada

que no pueda aclararse. Además, yo estoy en la mejor disposición de atenderlos a

todos y de aclararles cuantas dudas tengan, siempre que estén al alcance de mi

cerebro, ¿no?, de mis conocimientos, que tampoco soy Leonardo da Vinci, ¿eh?

Pero si nadie les resuelve, vengan conmigo, ya verán que no tienen necesidad de

oír a ninguna emisora extranjera.

--¡Bravo por Oscar!

--Bueno, pero... supongamos que se nos aclara y que no estamos de acuerdo con

esa aclaración o con esa explicación que nos den, o con la medida, no sé...

--Silencio, compañeros. Vamos a pedir la palabra.

--Pues Ketty tiene razón, porque mire, yo estoy seguro de que usted, de que ustedes

todos nos darán la orientación correcta, sí, pero siempre desde el punto de vista del

Partido, ¿no? Pero como dijo Ketty: si no estamos de acuerdo...

--Pero muchacho, ¿cómo no van a estar de acuerdo con una orientación del

Partido?

--Mire, profesora, le voy a decir una cosa: ni el Partido ni usted ni ninguno de los

que estamos aquí somos infalibles, ¿no? Y nosotros, como seres pensantes, podemos

discrepar. ¿O no podemos?

--Vamos a hacer silencio, por favor.

--Yo creo que esta reunión se debe suspender, Gabriela.

--¿Suspenderse? ¿Por qué?

--Mira, Gabriela, tú que estás dirigiendo esta reunión, si se va a poner en entredicho

la opinión del Partido, yo me voy de aquí.

--Mire, profesora, eso no fue lo que...

--Cálmate, Elvira, que tú también estás un poco alterada.  Yo creo que todos

estamos un poco alterados, ¿no? Bueno, Enriqueta tiene derecho a discrepar, Elvira,

y nosotros a sacarla de su error. Vamos a ver si podemos entendernos. A ver,

compañeros, ¿alguien más quiere opinar sobre este asunto?

--Perdóneme, profesora, pero a mí me parece que no es ningún crimen no estar de

acuerdo con alguna orientación del Partido. No sé los demás.

--Yo creo que es normal, no se puede estar de acuerdo con todo, ¿o vamos a seguir

con esa falsa unanimidad?

--Señores, yo creo, y que me perdone la compañera del núcleo, que se ha hecho

una tragedia de una simple opinión contraria, que como dijo David, es lo más

normal que existe. Miren: mi marido y yo tenemos discrepancias, y algunas muy

serias, y a veces hasta nos fajamos allá en la casa... no se rían, que esto es muy serio.

Pues bie--Es cierto, algunos de nosotros incumplimos nuestra principal tarea, que es asistir a

clases, pero hay que analizar por qué no asistimos, porque lo más fácil es plantear

que somos indisciplinados, poco serios, apáticos...

--Para eso estamos aquí, Alejandro.

--Sí, pero ya nos hemos reunido muchas veces para eso, y el caso es que siempre

nos echan un sermón y nos hacen una promesa que jamás se cumple y nos

proponen un plan que nunca se ejecuta.

--Alejandro tiene razón, profesora. No es la primera vez que nos reunimos las dos

partes para discutir este problema de la incomunicación alumno-profesor.

--De acuerdo, David, pero fíjate que hoy estamos aquí todos los profesores de la

Facultad y algunos invitados, está la Dirección, está el Partido, está la UJC, y están

ustedes, los alumnos, y la FEU. Yo creo que tenemos suficiente marterial humano

para analizar, discutir, buscarle una solución al problema. O a los problemas, si son

varios, como oigo que dicen por ahí.

--Pero yo pienso que los demás problemas se relacionan con éste.

--Bien, bien. Ya comenzamos por oír a los alumnos, después hablaremos nosotros

como profesores, y al final todo el que quiera dar una opinión al respecto. Aquí todo

el mundo va a hablar, todo el mundo va a decir lo que quiera decir, y se van a

plantear todos los problemas que se tengan que plantear. Y ustedes, alumnos,

tiene luz verde. Ustedes me conocen y saben que yo no hablo por hablar.

--Permiso para hablar.

--A ver, Enriqueta, tira tú la primera piedra.

--Mire, profesora, yo pienso que la razón fundamental por la que muchos de nosotros

faltamos a clases es que tenemos varios profesores que no son capaces de

motivarnos. ¿Qué pasa? Que venimos aquí a sentarnos en una silla incómoda, en un

aula calurosa, durante un par de horas, y lo que oímos es una repetición mecánica

de un texto escrito por otro. Y eso no es muy edificante que digamos, ¿no?

--Permiso, profe. Sobre eso que dice Ketty: mejor nos quedamos en la casa, en short

y chancletas, con el libro en la mano y una música suave como fondo, y si tenemos

un buen ventilador a mano, en menos tiempo matamos el gallo y sin pasar trabajos

con el transporte.

--Por eso hay veces que nos sorprenden leyendo una novela en plena clase, porque

mire, usted sabe que hay profesores que lo que hacen es leernos la bibliografía, que

deben sabérsela de memoria, y si acaso comentar algo de lo que viene en el

programa o en el texto y óigame, así no se entusiasma nadie.

--Pero no todos los profesores son así, Ramón.

--Cierto, profe, pero tampoco todos los alumnos faltamos a clases.

--Teresa.

--Yo quiero poner un ejemplo: ¿algunos de ustedes han asistido a una clase de la

profesora Liliana?

--No empiecen conmigo...

--Muchos de nosotros, Tere.

--Pues bien, a que no encuentran una silla vacía en una clase de Liliana. ¿Y por

qué? Pues hay que ir a verla, para que vean cómo hay que dar una clase.

--No te pongas colorada, Liliana, tus alumnos te están haciendo justicia.

--Cojan a otro, muchachos, y suéltenme algún día.

--También es verdad que nosotros llegamos aquí con muchos lastres, porque los

profesores que tuvimos en la enseñanza media no fueron capaces de darnos la

base que se necesita para entrar en la Universidad.

--Y sin embargo, henos aquí.

--Y aquí nos fundimos, o desertamos, o lo que es peor: nos graduamos de todas

maneras, compañeros, y salimos a la calle a hacer barbaridades, o a no hacer

nada, porque eso es otra cosa: aquí el que no deserta se gradúa, todo el mundo se

gradúa, aunque no conozca ni la tabla de multiplicar.

--Tienes razón, David, pero eso es un problema muy complejo, y creo que ustedes,

aunque son muy jóvenes, conocen la historia de la formación de profesores en este

país tras el triunfo de la Revolución, y conocen la herencia que encontró la

Revolución al llegar al poder. Pero no se asusten, no les voy a repetir la historia, no.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer? ¿Sacar de aquí a esos profesores que a juicio de

ustedes no son capaces de motivarlos para que asistan a clases? Eso tendríamos

que analizarlo muy cuidadosamente. Y en todo caso, si sacáramos de aquí a esos

profesores, o a algunos de ellos, ¿a quiénes pondríamos en su lugar? ¿Y a quiénes

ponemos en la enseñanza media? Porque un profesor no se fabrica apretando un

botón.

--Ni con buenos deseos tampoco.

--Bueno, profe, sí, usted tiene razón , pero yo creo que por lo menos habría que ver

por qué se ha llegado a esta situación, cómo empezó a gestarse este problema,

quién o quiénes son culpables... porque esas cosas a nosotros no nos las explican.

--Bueno, Ramón, yo creo que con eso no resolveríamos nada. El mal está hecho, y

tiene raíces muy hondas.

--Cierto, profesora, pero ¿hasta cuándo tenemos que arrastrar ese mal?

--Te confieso que no lo sé, Gelasio. El Partido lo ha analizado, pero el Partido no es

un mago, aunque hay quienes piensan que sí.

--Con permiso. Otra cosa: mire, profe, usted sabe que aquí hay alumnos que pasan

los exámenes y los aprueban, y algunos con muy buenas notas. Pues resulta que son

alumnos que nunca asisten a esas clases de que hablábamos. Copian la materia

por algún compañero, se justifican, vienen, y salen bien. Para mí, eso es una muestra

de que asistir a clases no es imprescindible.

--Bien, compañeros. Yo creo que este asunto de la motivación en las clases, o de la

falta de motivación, no vamos a poder resolverlo aquí ahora, por decreto. Si la

compañera Gabriela me permite...

--Adelante, Elvira.

--Miren: yo creo que se podrían hacer dos cosas: una, permitir que los alumnos no

asistan a clases, como he oido que opinan algunos, pero eso sería inadmisible,

porque... bueno, eso sería apartarse de las normas establecidas... y otra, hacer un

trabajo fuerte con esos profesores que señalan los alumnos... un trabajo político con

ellos, a ver cómo pueden resolver ese problema y mejorar sus clases.

--A ver, Reinaldo.

--Mire, profe, eso que dice la profesora Elvira de faltar a clases autorizadamente..,.

--No, Reinaldo, ya yo aclaré que eso sería inadmisible, porque...

--Perdóneme, déjeme aclarar bien. Mire, faltar a clases a mí me parece que no sería

la mejor solución. No, no sería la mejor solución. Yo creo que si eso se autoriza, las

aulas se quedarán vacías... ¿Se ríen? Pero en fin, yo lo que creo es que se podrían

hacer exámenes, oposiciones, pruebas, evaluaciones, no sé, algo que permita que

sólo los profesores que están verdaderamente capacitados sean profesores de la

Universidad.

--Bueno, ¿qué opinan los de la mesa?

--Eso me parece una idea descabellada. Es irrealizable.

--Yo no sé cómo podría hacerse eso. Primero tendría que aprobarlo el Ministerio,

claro.

--Sí, eso sería lo ideal, pensándolo bien, pero... lo que tú señalabas: ¿qué haríamos

con esos profesores que quedaran fuera? Porque eso es un problema muy, pero muy

delicado.

--No sólo delicado, eso es un problema ético, social, político... hasta económico.

--Vamos a ver: lo que dice Marnia me parece correcto, eso es un problema muy

delicado, compañeros, hay que pensar muy bien las cosas, no soltarlas así como

así. Hay que hacer un informe sobre todas estas cosas, de todas estas ideas, de las

proposiciones, a ver. Y hay que elevarlo enseguida.

--Permiso. Elevarlo, pero defendiendo nuestra posición, profe, porque siempre que

elevamos algo, aunque lo hagamos con cien firmas, si hay un funcionario de esos en

las altas esferas que no está de acuerdo, lo plancha.

--Raúl tiene razón, compañeros. Pero hay que hacer algo, porque nuestra

Universidad se está convirtiendo en una escuela nacional.

--Bueno, bueno, está bien. Hay otras cosas... por aquí tengo muchas notas, muchas...

--Permiso, profesora. Una cosa que también nos golpea mucho: la comunicación del

profesor con sus alumnos depende mucho, a mi modo de ver, de la confianza que

esos alumnos tengan en el profesor. Y vamos a llamar a las cosas por sus nombres,

¿eh? ¿Qué confianza se puede tener en un profesor que dice las cosas a medias, o

que incluso oculta las cosas?

--Explícate, Orlando, que eso no está claro.

--Miren, compañeros: a veces yo mismo le he preguntado algo a algún profesor,

algo sobre un asunto que no se nos ha informado oficialmente, pero que todo el

mundo conoce por comentarios que siempre se hacen en los pasillos, por rumores,

por...

--Si pusieras un ejemplo concreto ganaríamos en claridad.

--Pues lo pongo, profesora. Miren: cuando aquí se decidió, no sé por qué ni por quién

sacar al profesor Pardo de la Universidad, no se nos informó nada, absolutamente

nada. Me refiero a cuando se tomó esa decisión, porque después sí se nos dijo...

--Sí, después, cuando hasta por las emisoras extranjeras estaban comentando la

noticia.

--Bueno, bueno, compañeros, no vamos a exagerar. Sigue, Orlando.

--Bueno, mi ejemplo: le pregunté a la profesora Elvira, aquí presente, como ella es la

Secretaria del Núcleo del Partido de Literatura, y ¿saben lo que me contestó?

--Sí, lo sabemos, te contestó que eso era un problema político y que no debía

discutirse en las aulas.

--¿Fue así o no fue así, compañera Elvira?

--Fue así. A mí me orientaron que si me preguntaran contestara eso.

--Por favor, hagan silencio, compañeros. Yo misma se lo orienté en la reunión del

Partido, Orlando. Eso fue lo que se determinó en aquel momento. Después, todos

tuvieron la información.

--Pues ahí lo tiene, profesora. Yo me pregunto: ¿por qué tenemos que esperar y

esperar, y enterarnos por fuentes ajenas a la Universidad? Oiganlo bien: ajenas a la

Universidad, sobre cosas que ocurren aquí, en la Universidad. ¿No es mejor decirlo

todo enseguida y así evitar las bolas, los rumores, hasta los inventos?

--Y lo que es peor, que si nos cogen comentando eso, Dios nos libre, hasta nos

pueden acusar de diversionismo ideológico.

--Ramón, que no es para tanto.

--Porque usted, compañero Oscar, como profesor, nunca ha tenido que soportar

que en un aula le echen una descarga por estar haciendo comentarios sobre los

problemas no aclarados oficialmente.

--¿Y quién tiene la culpa? ¿Por qué no han sido aclarados?

--Yo creo que ustedes tienen razón, muchachos. Yo por lo menos estoy de acuerdo

en que siempre hay que darles una respuesta clara a todas las preguntas, a menos

que no sepamos la respuesta, y en ese caso podemos remitir a quien pregunta a

alguien que sí la sepa.

--Yo no estoy de acuerdo contigo, Oscar. Yo, como profesora, no creo que los

alumnos tengan que conocerlo todo. ¿O es que aquí no hay cosas reservadas, o

incluso secretas? Cosas que no tiene por qué conocerlas todo el mundo.

--Discrepo con usted, profesora. Pienso que lo que se oculta no es honesto ni

ayuda.

--Silencio, compañeros, silencio. A ver, Enriqueta.

--Pienso igual que David. Lo que se oculta hace más daño que lo que se divulga.

Por lo menos aquí en la Universidad.

--Vamos a hacer silencio...

--Lo que pasa es que hay miedo de plantearle las cosas a los alumnos.

--¿Miedo a qué, Teresa? Aclara eso, por favor.

--Miedo, profesora. Hay miedo, y lo digo con toda responsabilidad.

--Yo estoy de acuerdo con Tere. Aquí hay miedo, señores. ¿Y saben lo que yo pienso

de todo esto? Pues yo pienso que quien tiene miedo sencillamente no está seguro de

su ideología.

--Si no hacemos silencio, si no pedimos la palabra, no podemos entendernos,

compañeros. ¡Por favor!

--Permiso, profe.

--A ver, Raúl.

--Miren, compañeros, aquí llevamos mucho tiempo cometiendo el mismo error. Yo le

hago esa crítica al Partido y a la dirección de la Universidad. Mucho secreteo,

mucho misterio, y eso no ayuda. Hay miedo a plantear las cosas claramente. ¿Por

qué? ¿Es que se hacen cosas mal hechas? Porque si yo estoy convencido de que

estoy haciendo algo justo y correcto, no tengo por qué tener miedo a decirlo, ni a

hacerlo.

--Opino igual que Raúl. El caso de ese profesor es un ejemplo diáfano. Se sacó de

aquí por problemas políticos, según se nos informó cuando el chisme hizo crisis. Pero

¿qué problemas políticos? Porque eso es otra cosa: está de moda eso de

encasquetarle a cualquiera que tiene problemas políticos, y muchas veces el tipo

no tiene ningún tipo de problemas.

--No, muchas veces el que los tiene es el que se los encasqueta.

--Te quedó bien eso, Gerardo.

--Bueno, eso sucede lo mismo con profesores que con alumnos.

--Sí, pero con los alumnos sucede mucho más, y mucho más frecuentemente.

--Señores, eso es muy delicado, hay que tener mucho cuidado, porque eso invalida

a cualquier ciudadano en este país.

--¿Y tú crees, Marnia, que los problemas políticos no tienen importancia?

--Yo creo que sí la tienen, Gabriela, pero también creo que primero habría que

determinar cuáles son esos problemas, porque mira, ahora mismo aquí estamos

planteando cosas que si las planteáramos en alguna reunión no oficial nos crearían

problemas políticos. Es un ejemplo, claro.

--Yo no creo que nada que se haya planteado aquí pueda crearle a nadie

problemas políticos.

--Permiso. usted no lo cree, profe, porque aquí lo estamos planteando en una

reunión oficial, como dijo la profesora Marnia, y en presencia del Partido. Otra cosa

sería que alguno de nosotros hiciera esos comentarios en privado.

--Mira, Elena, yo creo que este tipo de comentarios no tiene por qué hacerse en

privado.

--Por favor, compañeros, vamos a pedir la palabra.

--Discrepo con usted, profesora. Yo creo que cualquier persona tiene derecho a

hablar de lo que le parezca, ¿no? En su casa, en la calle, en la Universidad. ¿O es

que se le va a decir a la gente lo que puede y lo que no puede hablar en privado?

--Por favor, que hace rato que tengo la mano levantada.

--Sí, Pedro.

--La cuestión, compañeros, radica en eso que planteó Elisa: el Partido controla todo

lo que se puede o no se puede decir y comentar. Eso es todo. Y a mí eso me parece

un tremendo error.

--No estoy de acuerdo contigo, Pedro. El Partido no obliga a nadie a decir esto o

aquello. El Partido no es un instrumento represivo, como algunos de ustedes

pretenden hacer creer.

--Bien, compañeros, un poco de calma, ¿eh? A ver, Clarita.

--No, yo sólo quería decir que los problemas no pueden resolverse con teques. A

nosotros, a estas alturas, me parece que eso es una muestra de inmadurez de quien

los da.

--Correcto, Clarita, estoy contigo en eso.

--Es que yo no comprendo cómo es que todavía hay profesores que cuando se ven

en un aprieto cuando les hacemos preguntas de las que llaman capciosas, y eso,

apelan al teque, al patriotismo, como si con eso fueran a salir del paso, como si con

eso fueran a convencernos de lo que no estamos convencidos.

--¿De la mesa?

--Yo, por ejemplo... bueno, ustedes me conocen, yo no soy amiga de dar teques, no,

pero pienso que los alumnos no tienen por qué manejar todos los problemas que

maneja el Partido. No sólo los alumnos, ni siquiera todo el profesorado. Y me parece

que con eso no se ofende a nadie, no se humilla a nadie. El Partido tiene sus propios

problemas, sus propios asuntos, que considera que no todos deben ser del dominio

público. Creo que tiene ese derecho, ¿no? ¿Por qué tenemos que publicar esos

asuntos en la prensa?

--Sí, compañera Ada, pero entonces... ¿cómo encontramos nosotros explicaciones

autorizadas ante ciertas circunstancias políticas que no se publican en la prensa?

--¿Por ejemplo?

--Por ejemplo, un problema de índole internacional que no se haya publicado aquí,

pero sí en el extranjero.

--Permiso, profesora. Mire, perdóneme, pero yo creo que no hay que controlar ni

orientar nada. Sencillamente, que cada profesor piense con su cerebro y exponga

sus ideas, que conteste lo que él crea que debe contestar, de acuerdo a esas ideas,

no a las ideas de otros, que pueden estar equivocadas, ¿no? Porque cualquiera

puede equivocarse. O sea, cada cual que emita su opinión. La polémica a mí me

parece que redundaría más en beneficios colectivos que el esquematismo, la duda,

el temor...

--Chico, lo que tú quieres es implantar la anarquía.

--Yo no quiero implantar la anarquía, yo lo que quiero es que se me respete y se me

trate como a un ser humano pensante que soy y no como a un mongólico, como a

una marioneta.

--Por favor, compañeros, por favor, hagan silencio. Así no podemos continuar la

discusión. Hagan silencio y pidan la palabra. A ver, los compañeros de la mesa.

--Yo creo que esta reunión ha perdido sus objetivos, Gabriela.

--Oscar.

--Bueno, yo creo que podemos continuar, pero... es que me parece que los alumnos

están muy excitados, no sé...

--Doctora Morell, usted no ha dicho una palabra.

--Yo opino exactamente igual que Oscar.

--¿Alguien más? Los alumnos... sobre el mismo tema... allá atrás hay una especie de

miniasamblea, vamos a ver.

--Con permiso, profe. No, es que estábamos discutiendo aquí... no sólo las críticas

deben estar dirigidas a nuestros profesores, muchos de nosotros no deberíamos estar

aquí, estudiando en la Universidad... realmente creo que no estábamos preparados.

--Silencio, compañeros. Pidan la palabra. Reinaldo.

--Para ser justos tendríamos que depurar las filas de las dos partes.

--Yo creo que nos estamos desviando del asunto principal.

--Sí, yo estoy de acuerdo con Elvira, porque en definitivas, los que ya estamos aquí

vamos a continuar aquí, lo mismo profesores que alumnos. Por eso lo que tenemos

que hacer es resolver la situación con los que estamos y para los que estamos.

--De acuerdo.

--¿Más opiniones?

--Todo es importante, compañeros, porque miren: nosotros vamos a graduarnos y

vamos a salir de aquí, a trabajar, sin tener realmente una gran capacidad para

desempeñar un buen papel y contribuir al desarrollo del país, y eso no es más que

un globo.

--Alejandro, estabas calladito.

--Permiso, compañeros. Sí, eso es lo que sucede: un globo, lo que se maneja con

números fríos, y que no refleja de verdad la situación de la enseñanza universitaria

en nuestro país.

--Bien, bien. Primero hay que dejar bien claro eso de no decir las cosas, de ocultarlas

y de no dar respuestas, etc. Eso que ustedes plantearon. Miren: lo primero que

ustedes tienen que hacer es participar más activamente en esta lucha por mejorar

nuestra Universidad. Porque, tengo que decirlo aquí: ustedes no hacen nada

preguntando y recibiendo evasivas o teques. ¿No piensan lo mismo? Ustedes tienen

que exigir, protestar, plantear las cosas al nivel que sea necesario... ah, sí, pero

exigiéndose también ustedes mismos, siendo parte activa de esta lucha, haciendo

suyas todas las tareas del Partido, de la UJC, de la FEU, en fin, las tareas comunes

que en definitivas van a ayudar a mejorar nuestra enseñanza. Asumir su papel de

verdad, no sólo preguntando o cuestionando, formar parte de ese todo cuando ese

todo que somos tenga una victoria o un revés, y sentirse responsables ante cada

victoria y cada revés. Y entonces exigirnos más después, con moral, con

conocimiento de causa. Porque fíjense: si un profesor, citando un ejemplo anterior,

les da una respuesta ambigua o evasiva, como dicen ustedes, o les dispara un teque

que yo creo que tampoco es lo mejor, y ustedes se quedan tranquilos, callados,

hablando entre sí en los pasillos...

--Perdone, profe, pero es que a veces llevamos estos problemas a la UJC o al mismo

Partido y en ambas instancias nos dicen que eso se discutirá después, en su

oportunidad, y el caso es que pasa el tiempo y esa oportunidad no acaba de llegar,

y solamente cuando el problema hace crisis el Partido toma partido, y valga la

redundancia, y entonces se nos aclara la situación.

--O se intenta aclararnos la situación, Ramón, porque no siempre se logra. Como dijo

la profesora, el Partido no es un mago, ¿verdad?

--Yo creo que las ironías no conducen a nada, Gelasio.

--No son ironías, profesora, yo...

--Compañeros, vamos a referirnos a lo que estamos discutiendo. Vamos a dejar los

malos entendidos aparte.

--Por mí...

--No, compañera, los malos entendidos hay que hacerlos buenos.

--Bien, bien... A ver... ¿alguien más?

--Yo pregunto: y si nadie nos aclara una duda, una inquietud, ¿qué hacemos?

--Mira, Raúl, como profesor y como militante del Partido te digo que no existe nada

que no pueda aclararse. Además, yo estoy en la mejor disposición de atenderlos a

todos y de aclararles cuantas dudas tengan, siempre que estén al alcance de mi

cerebro, ¿no?, de mis conocimientos, que tampoco soy Leonardo da Vinci, ¿eh?

Pero si nadie les resuelve, vengan conmigo, ya verán que no tienen necesidad de

oír a ninguna emisora extranjera.

--¡Bravo por Oscar!

--Bueno, pero... supongamos que se nos aclara y que no estamos de acuerdo con

esa aclaración o con esa explicación que nos den, o con la medida, no sé...

--Silencio, compañeros. Vamos a pedir la palabra.

--Pues Ketty tiene razón, porque mire, yo estoy seguro de que usted, de que ustedes

todos nos darán la orientación correcta, sí, pero siempre desde el punto de vista del

Partido, ¿no? Pero como dijo Ketty: si no estamos de acuerdo...

--Pero muchacho, ¿cómo no van a estar de acuerdo con una orientación del

Partido?

--Mire, profesora, le voy a decir una cosa: ni el Partido ni usted ni ninguno de los

que estamos aquí somos infalibles, ¿no? Y nosotros, como seres pensantes, podemos

discrepar. ¿O no podemos?

--Vamos a hacer silencio, por favor.

--Yo creo que esta reunión se debe suspender, Gabriela.

--¿Suspenderse? ¿Por qué?

--Mira, Gabriela, tú que estás dirigiendo esta reunión, si se va a poner en entredicho

la opinión del Partido, yo me voy de aquí.

--Mire, profesora, eso no fue lo que...

--Cálmate, Elvira, que tú también estás un poco alterada.  Yo creo que todos

estamos un poco alterados, ¿no? Bueno, Enriqueta tiene derecho a discrepar, Elvira,

y nosotros a sacarla de su error. Vamos a ver si podemos entendernos. A ver,

compañeros, ¿alguien más quiere opinar sobre este asunto?

--Perdóneme, profesora, pero a mí me parece que no es ningún crimen no estar de

acuerdo con alguna orientación del Partido. No sé los demás.

--Yo creo que es normal, no se puede estar de acuerdo con todo, ¿o vamos a seguir

con esa falsa unanimidad?

--Señores, yo creo, y que me perdone la compañera del núcleo, que se ha hecho

una tragedia de una simple opinión contraria, que como dijo David, es lo más

normal que existe. Miren: mi marido y yo tenemos discrepancias, y algunas muy

serias, y a veces hasta nos fajamos allá en la casa... no se rían, que esto es muy serio.

Pues bien: nos fajamos, sí, pero como nos queremos y los dos estamos por la misma

causa, seguimos juntos, y no nos alarmamos por no pensar lo mismo.

--Pero compañeros, ¿es que nosotros tenemos que ser todos iguales? ¿Tenemos que

pensar todos lo mismo? Pues si eso es así, tráiganos los uniformes y las carrozas.

--¿Tú lo ves, Gabriela? Con esas ironías no se puede continuar.

--Compañeros, por favor, no se extralimiten. Vamos a dar las opiniones con seriedad.

A ver, Elisa, que te veo ahí un poco apurada por hablar.

--No, yo sólo quería proponer que hagamos un receso, porque me parece que ahí

afuera hay una meriendita que nos vendría muy bien. ¿Qué ustedes creen?

(continuará)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

http://laenvolvencia.blogspot.com 




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