sábado, 20 de septiembre de 2014

EL AULA SUCIA 41

Al salir de una reunión en la que se había analizado el caso de un alumno que

siempre hacía preguntas que el Partido consideraba capciosas, Gabriela y Elvira

continuaron discutiendo con algunos de los profesores que participaron en esa

especie de juicio político que se hacía en la Universidad como costumbre. El

alumno se había defendido, alegando su derecho a preguntar lo que quisiera, a

conocer y opinar sobre cualquier asunto, sin necesidad de esperar -fue lo que dijo

textualmente- "a que el Partido me indique lo que puedo pensar, decir y hacer".

--Aunque soy muy joven, compañeros -dijo el alumno-, nací libre, me siento libre,

y moriré siendo libre, y a mí nadie tiene que indicarme cómo tengo que entender

las cosas y actuar en consecuencia, pues tengo un cerebro y con él pienso,

analizo y entiendo o no entiendo todo cuanto me rodea... y para lo que no

entienda... bueno, para eso están ustedes, para responder a todas mis preguntas

y no inventar fantasmas que no existen.

Elvira le había contestado que él tenía serios problemas ideológicos y que su

actitud sería discutida en el comité de base de la UJC con la presencia de la FEU,

posteriormente a esa discusión con el Partido de la Facultad, y que allí se

determinaría qué hacer al respecto. Marnia había opinado que no estaba de

acuerdo con sancionar a nadie sólo por preguntar, y exclamó con énfasis que

"ojalá todos mis alumnos tuvieran tantas inquietudes, así se les desarrollaría mucho

más la mente y la capacidad para después aprender y después enseñar", y al

final había expresado que según su parecer esa era la única solución a la

ignorancia que muchos todavía tenían, incluyéndose ella misma, sobre los

problemas fundamentales de la situación del país.

--Fíjate, Marnia -le dijo Gabriela al salir de la reunión-: tú eres una orientadora

política por encima de todo, tú tienes que limitarte a dar tus clases de literatura

general, y a la vez trasladar a tus alumnos las orientaciones que te da el Partido,

¿comprendes?

--Pero yo no soy militante del Partido, yo...

--Mira, aquí todos los profesores tienen que guiarse por las orientaciones del Partido,

sean o no militantes, no me explico cómo tú todavía tienes dudas en ese sentido.

--Bueno, está bien, pero entonces, cuando un alumno me pregunte algo que esté

fuera del marco de mi asignatura, o de esas orientaciones que tú dices, ¿qué le

digo? ¿Que no sé? ¿Que sé y no estoy autorizada a responderle?

--No. Simplemente le dices que su pregunta se aparta de tu asignatura y ya. Y si

quiere más información, que venga a vernos, que nosotros le vamos a dar toda la

información que necesite conocer.

Marnia la miró con deseos de mandarla al carajo, pero se contuvo. Elvira salió a la

palestra para defender el punto de vista de su jefa en el Partido. Ese era el punto de

vista del Partido, y no se podía cuestionar.

--Mira, Marnia, yo creo que lo que pasa en tus clases es, precisamente, que tú les

permites a tus alumnos que se suelten demasiado, porque tú misma les das alas para

que se suelten. A mí jamás me hacen ese tipo de preguntas.

--¿Será que te tienen miedo? -preguntó Marnia con sorna.

--Yo no muerdo, así que no veo por qué tienen que tenerme miedo.

--De todos modos, Elvira, yo no veo que eso sea nada del otro mundo.

Gabriela intercedió:

--Tú no lo ves, Marnia, porque tú no eres militante, y no tienes el bagaje político de

los militantes, que de paso te digo que deberías pasar algún curso de este tipo para

que te superes también en el aspecto ideológico y político. Ya hablaremos de eso.

En el grupo se encontraban, además, Adita, María y Violeta, pero ninguna de ellas

dijo nada. Al llegar a la planta baja se detuvieron. Cada una tomaría un rumbo

diferente.

--Voy para el local del Partido, que Elvira me llamó -dijo Adita-, y tú refréscate, mi

amiga -le dijo a Marnia-, ya verás cómo el Partido tiene la razón.

--Como siempre -exclamó Marnia, caminando junto a María, hacia el estanquillo.

Gabriela y Elvira no se veían ya. Violeta se acercó al estanquillo, pero les dijo a

María y a Marnia que se iba a tomar café, lo que las otras desecharon. Las dos se

pusieron a conversar con algunos alumnos que revisaban revistas y periódicos sin

comprar nada.

--Me parece que te tienen el ojo echado, Marnia. Ten cuidado.

--No, María, cuidado deben tener ellas. Yo no hago nada malo. Yo solamente

respeto a mis alumnos, porque quiero que ellos me respeten, ¿no?

--Sí, pero... -María miró a todas partes, temerosa de algún oído indiscreto- pero tú

sola no vas a resolver ningún problema, y hay que estar loco para enfrentarse al

Partido. Hasta ahora, que yo sepa, nadie le ha ganado una bronca a esa gente del

Partido. Ellos tienen el poder, tienen el control, lo tienen todo...

--Todo no -Marnia sonrió con desgano-: ellos no tienen la razón. Y algún día -dijo,

con un periódico en las manos- se demostrará que ellos no tienen la razón -y

diciéndole adiós a María mientras guardaba el periódico en su portafolios-: y óyeme

lo que te digo: algún día se demostrará que ellos nunca tuvieron la razón.

(continuará)

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

http://laenvolvencia.blogspot.com

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