sábado, 19 de abril de 2014

EL AULA SUCIA 19

¿Dónde se habrá metido? Casi las cinco y ni se asoma. Después se aparece con un

cuento. No levanta dos cuartas del suelo y ya quiere envolverme. Porque se las sabe

todas: que la seño me cogió para ordenar el librero del aula, que me encontré con

Joelito y tuve que explicarle lo que dieron hoy porque él no había podido asistir, que

recibimos visita, que esto, que lo otro, parece una abogada la chiquilla esta.

Después dice Mario que yo la castigo demasiado. A veces se va con la amiguita de

los altos y tengo que salir a buscarla a las diez de la noche. Si esto es ahora qué será

cuando cumpla los quince. Cuando yo tenía su edad no me atrevía ni a mirar a los

ojos a mami cuando me regañaba, y ahora esta niña no sólo me mantiene la

mirada, sino que me contesta y me dice que no la atosigue. Ja. Y siempre en la

calle: mami, voy al parquecito de allá abajo, y me asomo al balcón y no se ve ni su

sombra por ningún lugar, yo creo que se pierde por allá detrás para que yo no

pueda verla. Un día voy a averiguar dónde se mete, no digo yo si lo voy a averiguar.

Y aquí que no hace ni hostias, ir a buscar el pan y eso casi a la cañona, y si la pongo

a fregar hace una mueca. Parece que esta niña nació cansada. Ah, pero para el

juego y la jodedera con las amiguitas siempre está dispuesta, de eso no se cansa.

Voy a tener que ponerme dura con ella, cuando tenga un par de años más va a

querer gobernarme y eso sí que no, que bastantes cosas tengo encima con la

Universidad, con Mario y con la casa, y cuando venga a darme cuenta ¡pum!, en la

fuácata, y no, cariños míos, los quiero muchísimo a los dos, pero no se piensen que

me van a dejar en la fuácata, de eso nada, monada, no señor, de eso nada y de lo

otro cero. Tengo que ponerme para la cosa, que ya son muchos, demasiados

problemas que tengo, sí, quizás como todo el mundo, pero a mí me interesan los

míos, no los de todo el mundo, qué carajo. Y además, ejerciendo de ama de casa:

que el mercadito, que la carnicería, que la bodega, que el punto de luz brillante,

que el pan no sale hasta las cinco y si no está Aimée, allá va Marnia con la bolsita a

traerlo, que no han puesto el agua y son casi las seis, que el apagón lleva ya cuatro

horas y el calor está que jode, que las guaguas no se ven ni en los talleres, que el

correo se demora siglos, que se rompió el elevador, que la vecina de los bajos con

sus escándalos con el marido, ¡nooooo! Demasiados problemas. Ah, pero yo no me

voy a quemar, de ninguna manera me voy a quemar. Ya está bueno de tanta

jodienda, que se creen que soy el punching-bag de todos y no señor. No lo soy. A

Aimée voy a tener que cortarle las alas antes de que levante el vuelo, de verdad

que sí. Desde hace un tiempo viene sobresaliéndose, por algo Caridad me dice

que yo consiento demasiado a esa vejiga, como le dice. Y sí, una verdadera vejiga

es lo que es y mira tú cómo la consientes, ah, no, la mía entra por el aro enseguida o

le zumbo un pescozón que se queda hipnotizada del tiro, así que arrea con ella,

después te vas a arrepentir. Es verdad, los niños se forman desde que nacen y

Aimée... primero con sus abuelos, bueno, como todos los abuelos, pero coño, no tan

calvo, después por su papá que la malcría hasta el tope, dice que porque nunca

está con él y figúrate, si se va a pasar conmigo un par de días no la voy a tener a

régimen dictatorial, no, claro que no, si la que se tiene que joder soy yo, yo soy la

que tiene que embutirle el vinagre, por eso ella se vuelve loca cuando el padre

viene a recogerla y se la lleva, ya lo creo, allá está por la libre, a gozar se ha dicho.

Pero tengo que hacer algo, porque esta niña está un poco salida del tiesto y ya va

siendo hora de que le dé un parón. Disciplina militar es lo que necesita. Luego será

peor. Pero bien, después veré. Creo que por ahí viene. El otro día por poquito cierran

la panadería y nos quedamos sin el triste pancito que nos dan por la libreta y

entonces al día siguiente arranca para la escuela con un buchito de café en el

estómago y no, así no la mando más, no señor, que se va a desmayar en el aula y

dígame usted. Allá viene, en cámara lenta. Le gusta la calle desde temprano, mal

negocio. Allá viene con Normita y su mamá, que siempre la acompaña a esta hora,

menos mal. Otra que es de anjá la Normita esa. Y Mario después con su lequeleque,

pero mi amor, si nada más que es una niña, no la atormentes tanto, porque él se

pone a juguetear con ella y los dos divirtiéndose y la única zoqueta que se pone

hecha una furia es la verraca de Marnia... Pues ya verán. Mario tiene su razón, si ellos

se ponen con sus verracadas, que se las arreglen y ni me llamen para nada. Al

carajo, que resuelvan sus líos ellos solos. Yo tengo que ponerme un poco para mí,

porque si no, entre la Universidad, la comida, Aimée, las botellas, Mario para colmo,

me van a mandar para Jagua y dicen que allí se manda un frío que ni contar.

Bueno, ahí está Aimée, ahora corre desde la parada donde se queda la Normita. A

buscar el pan, a prepararle el baño y la comida y otro día más que ya casi se me

fue y no he podido siquiera ver el ensayo ese de Rodríguez Rivera que me

recomendó Adita para la clase del lunes. Veré qué puedo hacer por la noche.

Arriba, niña, que te cogen las seis, vamos, ¡vuela!



Augusto Lázaro


@augustodelatorr


(continuará)

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