miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL AULA SUCIA 1

--Aquí tienes la resolución.

Le entregó dos hojas de papel gaceta mecanografiadas cuyo encabezamiento

decía: FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANISTICAS

y más abajo: RESOLUCION DECANAL # 25/92.

--Lee, lee.

La Resolución exponía entre sus porcuantos que la licenciada Marnia Brauet Infante

hubo de violar la disciplina laboral con el siguiente hecho: faltar injustificadamente

al trabajo durante 57 días lectivos desde el 24 de agosto hasta el 10 de noviembre,

fecha en que se dicta la presente

y argumentaba que en las investigaciones previas se había podido comprobar que

la procesada había solicitado licencias sin sueldo por problemas de salud, no

amparadas por certificados médicos, por lo que no le fueron concedidas, y a pesar

de las gestiones realizadas para informarle que sus solicitudes no tenían validez, la

procesada -y repetía esa palabra que lo hizo fruncir el ceño- no había tenido una

acción consecuente para esclarecer su situación... etc.

--¿Procesada? ¿Es que te estaba juzgando algún tribunal?

--Sigue leyendo.

En el último porcuanto se planteaba que esta conducta violatoria del inciso (b) del

artículo 27 capítulo VI del Reglamento Ramal de la disciplina del trabajo en la

actividad educacional y por el tiempo prolongado de su ausencia al trabajo ha

tenido repercusión negativa en el colectivo de trabajadores y en el proceso

docente de la Facultad, lo que ha sido valorado por todos los factores...

La miró, imaginándose el resto de la Resolución.

--Termina de leer.

Y a regañadientes leyó que como consecuencia de todo lo expresado, ella

quedaba separada definitivamente de la Facultad de Ciencias Sociales y

Humanísticas, y se le notificaba que de no estar conforme con la medida impuesta

podía establecer Recurso de Apelación y...

--Pero... ¿separación definitiva?

Volvió a leer, moviendo la cabeza, como si no creyera que realmente la Resolución

planteara aquello que había leído.

--Eso mismo, querido. Me botaron, ¿te das cuenta? ¡Me botaron de la Universidad!

Se desplomó en la cama con las hojas de papel en las manos mientras ella se

cambiaba de ropa. Mirándolo a través del espejo de la cómoda, le dijo "sé lo que

estás pensando, pero tú todavía no conoces a esa gente". Tras un silencio

prolongado, él insistió:

--Pero óyeme... es que una separación definitiva... esa es la última medida que se

aplica a cualquier trabajador -levantó los brazos, abriendo los ojos al tope- digo, a

no ser que se trate de un problema político -y miró la Resolución una vez más,

moviendo la cabeza-, pero aquí no se menciona nada de eso.

Colocó los papeles encima de la cómoda, estirando el brazo. Ella se sentó en la

cama junto a él.

--Esa es la última medida -la miró como si se tratara de una broma de mal gusto-.

Yo creo que, incluso aceptando que tú hubieras cometido esa falta, primero tenían

que haberte hecho una amonestación en privado, después una en público, y más

adelante un traslado a un puesto de inferior categoría, por un tiempo... eso, en caso

de probarte la falta, y si después tú reincidías, ¿no? -hizo una mueca y carraspeó la

garganta-. ¿No es eso lo que está establecido?

Ella sacudió la cabeza y lo miró con benevolencia. "Todavía cree", pensó, y le dijo

que iba a colar un poco de café. El la siguió hasta la cocina.

--¿Y tú no habías presentado pruebas de tu situación? Me refiero a los certificados

médicos y... ¿eso no sirvió de nada?

--Sí, me sirvió. Ya lo creo que me sirvió. Cuando se me vencieron los certificados

comencé a pedir licencias sin sueldo, ¿no te acuerdas? Pero ya tú leíste la

Resolución.

--Sí, pero yo no entiendo una cosa: ahí dice que las licencias no estaban amparadas

por certificados médicos... a ver si es que estoy en el limbo o qué: si tú presentas un

certificado médico no tienes que presentar ninguna solicitud de licencia, ¿no es así?

Porque esos certificados son sin sueldo, con un porciento del salario, ¿no es así? Pues

bien, por el contrario, si pides una licencia se supone que es porque no tienes ningún

certificado médico y necesitas faltar al trabajo por algún motivo que...

--Sí, cariño, es  así como tú dices, pero... -vertió el café en una tacita y tomó un sorbo

pasándole el resto-. ¡Ah!, déjame decirte que ahorita pasé por el tribunal municipal y

¿sabes lo que me dijeron? Pues óyeme bien -él se tomó el café y puso la taza en

el fregadero-: me dijeron que una mujer trabajadora con una hija menor tiene

derecho a solicitar hasta once meses... ¡once meses! ¿Me estás oyendo? Once

meses de licencia sin sueldo. ¿Qué te parece?

Se quedaron en silencio. El encendió un cigarro mientras ella comenzaba los trajines

de la cocina.

--Mejor dejamos eso, muchacho. No vale la pena -le dijo.

Marnia colocó una olla con arroz sobre la hornilla encendida. Quería olvidarse de

todo manipulando cazuelas, potes, jarros, cartuchos y paquetes, pero la Resolución

Decanal se le había pegado en el cerebro. No podía apartarse de esa idea fija: ¿y

ahora qué? Porque una separación definitiva del centro de trabajo, y más siendo

ese centro la Universidad, significaba que todas las puertas se le cerrarían a partir de

ese momento. ¿Dónde acudir ahora? ¿Qué otro empleo conseguir? ¿A qué podía

aspirar? Estaba marcada: dondequiera que buscara un trabajo tendría que

presentar su expediente laboral sellado, en el que habría una copia de la

Resolución, y ella sabía muy bien cuál sería la reacción del posible empleador:

"bueno, compañera... en estos momentos...", o "mire, venga la semana que viene

a ver si... ", o "la verdad que lo sentimos mucho, compañera, pero por ahora no

disponemos de ninguna plaza", y toda esa cadena de frases programadas, de clisés,

de excusas y justificaciones que tendría que oír si acudía a cualquier centro en

busca de un nuevo trabajo: siempre el patrón sería el mismo. Estaba marcada para

toda su vida. La habían estigmatizado. La habían condenado a aspirar solamente a

esos tipos de labores que oficialmente se denominaban penosos o altamente

peligrosos, a los que eran destinados los trabajadores que presentaban problemas

políticos o indisciplinas laborales de carácter grave. "Botada, humillada,

desprestigiada", se repetía mentalmente, observando el vapor de la olla....

--¿Y qué piensas hacer? -la voz de su marido la hizo reaccionar.

--¿Qué pienso hacer?

Marnia pensó en ese momento en su hija de sólo nueve años, en sus padres, en su

familia, en sus amistades. ¿Qué pensarían cuando se enteraran? Porque además de

lo que eso significaba, que ya era bastante, tenía la desventaja de ser una sola

persona contra todo un aparato organizado que controlaba todos los empleos, las

acciones, los medios, las ideas, y aparte de su posible versión de los hechos a

alguien que se dignara a escucharla, ya en la Universidad y en toda la ciudad se

estaría comentando su separación y en todos esos grupos que podían comentar,

analizar, juzgar incluso, ella no estaría presente. Sólo conocerían la versión oficial

de su salida de ese centro al que con tanto amor se había dedicado en los últimos

cinco años. ¿Qué pensaba hacer? No lo sabía. Cuando colocó el arroz en el

mármol de la cocina se dio cuenta de la ausencia de Mario. Su marido se hallaba

en la sala, sentado en una silla, con los ojos fijos en la Resolución. Apenas se movía.

Entonces Marnia se acordó de aquella tarde... de aquella tarde única en que por

primera vez sintió el dolor...

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

(continuará)





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