domingo, 20 de octubre de 2013

NO ES UNA FLOR QUE VUELA 40

Los actos terroristas continúan golpeando a la población que padece impotente la muerte,
la violencia, la destrucción, y las secuelas del dolor inevitable que nada ni nadie puede al
parecer eliminar... la criminalidad campea y no hay seguridad ni policía ni justicia que ponga
fin a la creciente indefensión que sienten los ciudadanos, sobre todo los de a pie... cada
día llegan más inmigrantes y aunque la mayoría se integra en el mercado laboral, muchos de
ellos, quizás demasiados, se mantienen ajenos, sostenidos por ayudas y subsidios que les
da el Estado, creando problemas y rechazo en la ciudadanía que se pregunta cuál será la
cifra tope de esta aceptación... el número de mujeres maltratadas y asesinadas aumenta
sin que la justicia haga lo necesario para impedir esta vergüenza... los nacionalismos y las
aspiraciones independentistas generan el peligro de una desmembración del país que
hasta ahora parece hipotética, pero que si se deja de la mano a la suerte nadie puede
predecir si este país se yugoslavizará o no, aunque para algunos optimistas esto no pase
de ser una exageración... la tasa de desempleo no acaba de cuajar en una bajada que dé
al menos la esperanza de superar esta otra lacra que tanto molesta a los parados y a sus
familiares... Manuel no viaja a la capital tan a menudo pues su salud no está del todo para
tanto trajín, lo que hace que nuestra relación se haya hecho sólo epistolar... Ana y Javier
en lo mismo de siempre, en una especie de sopor en la inercia del matrimonio eterno y
aparentemente feliz... Leila y su familia en estado de tranquilidad en Getafe, a donde no
voy con frecuencia porque estoy saturado de dar rueda... hace tiempo que no veo a mi
amigo Marcelo y me dijo José, el viejo del comedor, que quizás se haya ido de España en
busca de lo que no ha encontrado aquí... Nereida sigue con sus predicciones apocalípticas
que nunca se cumplen... mis coinquilinos no cejan en su empeño de joderse el uno al
otro: el albañil saca del piso los tarecos del vigilante y éste lo amenaza con denunciarlo
en la comisaría... mis hijos me envían e-mails de vez en cuando y así me entero vía Ana de
cómo andan las cosas que ellos pueden decir allá en la isla... de la emisora Top Radio sale
una vieja canción que me transporta a mi añorada adolescencia... y mientras el mundo sigue
andando aunque mis ojos no se hayan cerrado (para siempre) todavía me pregunto por qué
y no doy con la respuesta convincente, y cada nuevo día, lamentablemente, descubro
que mi corazón se está llenando de odio, y también me pregunto por qué si mis padres,
mis tíos, mis maestros desde la primaria me enseñaron que sólo el amor genera felicidad
y que el odio no es nada bueno para la salud mental (ni física)... pero tampoco encuentro
esa respuesta.
--Se nos fue la vida, carajo, como dice la protagonista de la única pieza teatral del muy
cabrón de García Márquez. Lástima de talento con esa personalidad servil al Gran Hijo de
Puta inmortal.
--No creo que de verdad estés llenándote de odio. Y menos por uno de esos hijos de...
--No, claro, ese sólo se encargó de enseñarme que el odio podía meterse en mis entrañas
cuando yo todavía era además de mortal muy pobre, muy ingenuo y muy idealizador,
que esas cosas son fatales para alguien que aspira a triunfar.
--Bueno, sí, es cierto eso que dices, porque aquí en este país no se puede ser muy generoso
ni muy noble: los que no lo son se aprovechan y te aplastan.
--Lástima que yo lo haya asimilado demasiado tarde.
--Nunca es demasiado tarde.
--¿Nunca? A mis años y en mi situación de espera carente de perspectivas alentadoras...
Nananina. Aquí, hasta para intentar ganar dinero hay que tener dinero. Dime cómo
carajo puedo competir en un concurso literario, suponiendo que creyera en su
honestidad, si para armar una novela, fotocopiarla, encuadernarla, y certificarla,
hay que tener dinero. Y digo esto porque de la única manera que saldría de mi actual
situación es ganándome un premio literario importante que me diera un respiro, ya
que te reitero que ocho de los nueve problemas que tengo actualmente pueden ser
resueltos con el vil metal. O sea, que de no ganar ningún premio importante y de no
poder sacar alguna de mis obras de la imprenta no veo ninguna posibilidad de
mejoría, porque una herencia cuantiosa no voy a recibir y no juego loterías ni nada
parecido y tampoco voy a encontrar una botija con millones de euros en un contenedor.
--Bueno, al menos ya te quedan menos problemas que cuando nos conocimos, ¿te
acuerdas? Me dijiste que tenías diez y nueve problemas. Han mermado bastante, ¿no?
--No te burles, eran diez y nueve de verdad aunque nunca te los enumeré, porque no
me ibas a creer, pero eran diez y nueve. Y como ahora, sólo uno para el que no necesitaba
el dinerillo.
--Muy bien. Pero dime una cosa: ¿Y yo qué? ¿Yo no cuento en tus posibilidades?
Selene se me queda mirando con cara de niña regañada. Le acaricio el pelo y deslizo mis
dedos por sus mejillas sonrosadas. La beso. Quizás ella sea la compensación a la carencia
casi total de todo lo demás. Ella misma me lo dijo: no se puede tener todo, a veces hay
que renunciar a una cosa para tener otra. Pero eso no me consuela. Yo estoy situado en
esa minoría que ha tenido que renunciar a demasiadas cosas para tener algunas, pues
la mayoría ha hecho al revés: ha renunciado a algunas cosas para tener muchas,
algunos demasiadas, mientras nosotros los de a pie estamos expuestos, además de a la
nostalgia que dan el exilio y los años (en mi caso) a estos estados depresivos que cada
vez son más frecuentes y más duraderos sin que puedan evitarse. Pero la voz de
Selene me regresa al mundo real:
--Vamos, contéstame: ¿yo no cuento nada en tus posibilidades?
Entonces me doy cuenta quizás por primera vez de que Selene es la única razón para
que yo no me lance delante de un tren de cercanías cuando la depre me aplasta por las
tardes y ya no encuentro ningún incentivo que me impulse a continuar sobreviviendo.
Pero ella logra sacudirme y me hace pensar que no todo está para tirar en el latón de
basura, que hay algo que incluso a los desesperados sin esperanza mantiene pegados
a la superficie, porque estamos convencidos una vez más entre tantas otras veces, que
la vida nos ha sido funesta, pero que nosotros los miserables mortales tampoco hemos
sido capaces de cambiar nuestros destinos y de enfrentarnos a esa vida funesta con la
fuerza y la razón de quien lucha contra la adversidad. Miro fijamente a Selene, le tomo
la cabeza entre mis manos, la acerco un poco más, y la beso suave, largamente, como
si con ese beso, con el abrazo que ahora nos damos, me estuviera convenciendo de
que ella puede, podrá siempre, en cualquier circunstancia adversa o negativa, tirarme
una cuerda cuando el agua alcance la nariz y me impida respirar aire puro.
--¡Eso! Es que tú eres eso, amor: tú eres ese aire puro que a veces me falta.
Ella me mira, se sonríe sin entender del todo, y recuesta su cabeza en mi hombro.
Quizás la felicidad sea esto, no lo sé. Lo único que sé es que ella y yo tendremos que
dedicar nuestras fuerzas unidas a luchar, a ver si al fin vislumbramos en el fondo del
túnel una luz... una tenue, lejana, esperanzadora luz que nos libere al fin de esta
capitulación ante la terrible realidad que nos ha tocado afrontar en la etapa final de
nuestras vidas...

FIN

Augusto Lázaro

@augustodelatorr


Madrid, a principios del siglo XXI.

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