domingo, 12 de mayo de 2013

NO ES UNA FLOR QUE VUELA 17



--Rubia, descubrí algo en la biblioteca que puede interesarte.

--Tú siempre estás descubriendo cosas, pero ahora tengo que ir a ver el problema

que tiene Isolina con el lavabo de su habitación.

--¿Y tú eres fontanera?

--Muy gracioso, como siempre. Yo soy la dueña del hostal y cuando un huésped me

llama por algún problema tengo que acudir a ver qué le pasa y qué remedio tiene.

Selene me presentó a los 3 huéspedes que tiene con carácter permanente, ya que

los demás entran y salen a discreción. Los fijos son: don Anselmo, el viejo majadero,

doña Isolina, la señora que llama dando gritos, porque es medio sorda, y el ilustre

don Emeterio Santovenia, cuyo nombre he tomado para mi literatura sin permiso

suyo ni de Selene. Para mí que la doña Isolina oye mejor que nosotros, sólo que,

como Buñuel, lo que le conviene oír. Por lo demás, todo marchaba a pedir de boca,

pues me dedicaba sólo a eso: a pedir por esta boca a las instancias a donde tenía

que acudir para intentar resolver lo irresoluble. Selene se quejaba de que a veces le

entraban los deseos de acabar de una vez, y en esas ocasiones yo asumía el papel

de animador con inclinaciones a consolador, pero ella no dejaba que la sangre

alcanzara la ribera del río.

--Pero tendrás que reconocer que yo soy el mejor huésped que has tenido.

--¿Estás seguro de eso?

--Alguien dijo que lo único cierto es la duda. Creo que fue Carlos Marx.

--Lo que me faltaba: oírte citando a Carlos Marx.

--De todo el mundo puede sacarse algo provechoso. Las personas no son máquinas

ni tampoco animales.

--Es verdad: son peores.

Esa tarde había ingresado en el hostal una chica de unos veinte años con algunos

morados en la cara y Selene estaba muy cabreada por lo que la chica le contó.

--Otro caso. Ya aburren. Dice que el marido le pega con frecuencia, pero que esta

última vez por poco la mata.

--¿Y por qué ella lo ha aguantado hasta ahora? No me vas a decir que está desquiciada

por el tipo.

--Hay muchos casos. Yo he conocido varios, de mujeres que han caído aquí por unos días

hasta que su situación se ha resuelto de algún modo, o han podido largarse de esta

ciudad. Incluso algunas se han largado del país.

--Pero insisto: ¿por qué esas mujeres aguantan que un hijo de puta las golpee como si

ellas fueran punching-bags de boxeadores? ¿Es que están obligadas a aguantarlos?

--No, querido, no lo están, es que hay muchas que no quieren romper su matrimonio,

unas por los hijos, otras porque el hombre las amenaza, otras por otras razones que yo no

domino. El caso es que eso se ha hecho costumbre, y ¿sabes quién tiene la culpa?

--Menos yo, cualquiera.

--No te burles, que el asunto es serio. Pues mira, yo creo que la culpa la tienen los jueces.

Porque déjame decirte que muchas de esas mujeres denuncian los maltratos que

reciben, las amenazas, las golpizas que les dan sus salvajes compañeros, y... resulta que

el juez de turno no hace nada, y cuando el tipo acude al tribunal lo dejan en libertad

para que continúe dándole palizas.

--Perdóname, pero yo creo que parte de la culpa la tienen las propias mujeres. Repito

mi pregunta: ¿por qué aguantan las palizas? ¿No tienen familia, no hay instituciones

que puedan ayudarlas?

--Sin dudas las hay, pero no funcionan como debieran, y cuando intervienen, a veces

ya es demasiado tarde. Mira, hay mujeres de ésas que hasta han ido a la televisión a

denunciar malos tratos, golpizas, amenazas, hasta puñaladas, pidiendo protección, y

nada. Una vez vi a una que pronosticó que el hombre la iba a matar. ¡Y la mató! Y

nadie hizo nada por evitar que eso sucediera. A veces son exmaridos o exnovios

celosos o yo no sé, que no se conforman con que sus exparejas no quieran volver

con ellos o tengan nuevas parejas. Es una vergüenza, pero esta sociedad se ha

acostumbrado a eso.

En este país usted puede cometer infracciones, contravenciones, delitos, hurtos, robos,

asaltos, atracos, y cuenta con la oportunidad de salir de ellos totalmente impune o

cuando menos con una sanción que daría risa si no fuera una desvergüenza. ¿Cómo?

Pues muy fácil. Siga las siguientes orientaciones:

--Diga que ignoraba que lo que usted hizo está prohibido por la ley.

--Explique que usted no se explica cómo ha ocurrido eso, porque usted jamás...

--Alegue que es la primera vez que lo hace y que nunca más volverá a hacerlo.

--Jure que está arrepentido de su acto condenable y que pide perdón, porque, su

señoría, de verdad que me siento abochornado, se lo juro por mi santa madre, yo...

--Declare que usted está en el paro, que es padre de cuatro pequeños que no tienen

qué comer, que su esposa está enferma en cama, y que esto, y que lo otro, y...

--Búsquese un buen abogado (aunque sea el de oficio) que presente papeles nada

auténticos (el juez no se va a molestar en comprobar su veracidad) de que usted, en

el momento en que cometió su acto criminal no estaba conciente de lo que estaba

haciendo, porque usted padece de psicosis, de paranoia, de esquizofrenia, o mejor

de alcoholismo y drogadicción, que eso en este país es un atenuante (hablo en serio,

borracho y drogadicto son considerados ATENUANTES), de manera que el Señor Juez

sólo podrá condenarlo, en caso extremo, a un centro de rehabilitación del que saldrá

en muy poco tiempo por buen comportamiento y por haber demostrado su plena

disposición a reintegrarse en esta sociedad para servirla en el camino del bien y...

Eso, si lo capturan, claro, cosa que no siempre ocurre. ¿Ve qué fácil? Vamos, hombre,

anímese a delinquir. Si esto se está convirtiendo en el edén de los malos, hombre.

--¿La jungla de asfalto? Creo que ahora eres tú el que exagera, querido.

--Puede ser. Pero a juzgar por lo que leo en los periódicos... hay tipos que son detenidos

una y otra vez por atracar joyerías y los sueltan, los tipos siguen atracando joyerías y los

siguen soltando, y esto es un relajo. La gente no respeta las leyes.

--Porque las leyes no se hacen respetar, ahí es donde está el problema.

--Bueno, y a nosotros ¿qué demonios nos importa la ley ni el respeto a la ley? Mira, lo

nuestro es lo nuestro y no lo de los demás. Alberto Cortez lo cantó: “nosotros somos los

demás de los demás”.

--Bueno, ¿qué fue lo que encontraste en la biblioteca?

--Te lo voy a enseñar, espérate... aquí tengo el recorte.

--¿Te atreviste a romper un periódico de la biblioteca?

--¿Nunca has hecho algo así?

--Mejor enséñame el recorte, ladronzuelo. Un día te van a coger y... ¡qué vergüenza!

--Toma. Es un artículo de un periodista que se llama...bueno, como  se llame. Eso es

para que conozcas a los periodistas.

--A ver, a ver... ¡ah, no! ¿Más sobre la guerra de Iraq? No señor, no quiero oír ni leer una

sola palabra más sobre esa maldita guerra.

--Precisamente, Selene, para que te enteres de cómo se manipula la información sobre

la guerra, o sobre las guerras, porque hay muchas, aunque aquí se proteste solamente

por la de Iraq. Lee.

--Es de un tal Martín Quijano. Pero mejor dime de qué se trata, que no tengo mucho

tiempo.

--Nada, es una crítica, un enjuiciamiento que hace sobre los periódicos, como se merecen

según este periodista, y sin pelos en la pluma.

--¡Ah! Otra vez Isolina. Está bien, déjame el artículo, lo leeré después por no oírte la lengua.

Cuando regreses te daré mi opinión.

--Si Isolina te da un respiro.

--Veta a la... anda ya, ladrón de biliotecas. Ojalá te pesquen un buen día.

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

(continuará)

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