domingo, 14 de abril de 2013

NO ES UNA FLOR QUE VUELA 13


No existe amor sin sexo (al menos eso creo) pero sexo sin amor... demasiado. Y lo

peor es que yo creo que dentro de poco tiempo sólo va a existir el sexo. Así que

óyeme, Pancracio, deja de soñar y pon los pies en tierra firme, que esa ninfa celestial

que sueñas a tus años no la vas a encontrar ni en los cuentos de Andersen. Y menos

mal que tú sueñas todavía, yo ya no canto ni como frutas verdes (las maduras están

cada día más caras). Ya ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que besé a una

mujer, que abracé un cuerpo femenino, que hice el amor, como se dice mal, con

una amante apasionada, cariñosa y tierna al mismo tiempo. Cosa casi imposible

hoy, pero las tuve así y no pocas en mis tiempos buenos, o sea, cuando yo era yo,

como le dije a la señora aquella vez.

--¿Y ahora no eres tú? Entonces, ¿quién eres, cariño? ¿El gato con botas?

Las ninfas no existen, de acuerdo, y las féminas que reúnan esas tres virtudes

tampoco, pero lo mío no cae en esa categoría de sueños en extinción galopante,

no señor, digamos que ni siquiera con alguna putilla del patio que pide más de lo

que vale, y me temo que cuando me toque la cabrona suerte (si es que algún día

me toca) no me acuerde bien de cómo se hace la cosa. Y si eso sucede tendré que

acudir a mi amigo Marcelo para que me dé un mínimo técnico que me ayude a salir

del mal trance.

--¿Se puede vivir sin amor? Dime lo que piensas de verdad y no te hagas la chiva

loca ni la interesante.

--¿La interesante? ¡Qué cosas se te ocurren! Y la chiva loca. Vamos...

--¿Me vas a contestar la pregunta?

--¡Qué cosas, qué cosas se te ocurren! Pues claro que se puede vivir sin amor.

Mírame a mí.

--¿Y sin sexo?

--Hombre, ¿es que quieres confesarme? No conocía tus inclinaciones hacia el

sacerdocio. Y además, no das el tipo.

--No quiero que me confieses nada, sólo estoy tratando de encontrar respuestas que

no encuentro a pesar de dedicarle al tema más tiempo del que debiera.

Me gusta poner en aprietos a Selene. Sus ojos, tan azules como el añil, brillan

entonces como una estrella desprendida, y su boca se convierte en una especie de

puchero de niña malcriada que enternece. Pero Selene es capaz de escapársele al

mismísimo don Genaro Ulloa hasta en un callejón sin salida.

--¿Otro de tus personajes inventados? Porque ya me estoy creyendo que todos esos

tipos que me nombras salen de tu imaginación, incluyendo a ese Cuquito con su

papalote.

--Te equivocas, querida, Genaro Ulloa era, porque liquidó hace ya bastante tiempo,

pero era tan real y tan de carne y hueso como tú y el Menda. No vale la pena

remover sus restos, así que otro día.

--Está bien. Y para contestarte, preguntón, yo creo que se puede vivir sin todo lo que

no sea agua y pan, y pronto se producirán pastillas que eliminen ambos elementos.

--De acuerdo, pero entonces... ¿sería la vida sin amor y sin sexo digna de vivirse?

--La vida es digna o no, amigo mío, no por lo que se tenga o se desee, sino por

cómo se viva, por la personalidad y las características de cada persona. Y cada

persona tiene que disfrutar lo que pueda disfrutar y no perder el tiempo ni

angustiarse deseando cosas que no va a poder tener o disfrutar aunque viva cien

años. ¿Cuántos seres humanos hay que sufren porque desean tener más de lo que

tienen y no pueden tenerlo? Tú mismo me lo has dicho, que el hombre siempre está

deseando lo que no tiene, y cuando lo tiene enseguida comienza a desear otra

cosa, así que la vida, con amor o sin él, con sexo o sin él, será tan agradable o tan

desagradable como seamos capaces de hacérnosla.

--¡Bravo! No aplaudo porque molestaría a tus huéspedes, pero me has dejado

tururato, cosa linda. Te has vuelto toda una filósofa. Lo que yo digo y repito, tienes

aptitudes para el escenario.

--Tú también las tienes... pero para otras cosas.

Vivir sin extasiarse recordando unas horas junto a quien nos endulza cada momento

de su compañía, unas caricias leves como prólogo enriquecedor del encuentro,

unos besos quizás apurados y quizás bajo la lluvia o en la arena de una playa, sí, vivir

sin contar con la mitad compensatoria ante la desbandada de la sucia existencia, sí,

vivir así, sin lo fundamental para poder llamarnos seres humanos, lamentándonos

constantemente de carecer del más bello sentimiento ideado por el hombre, ¿eso

es vivir? Una vieja canción de mi país dice que "es el amor la mitad de la vida", lo

que significa que quien no tenga amor sólo podrá vivir a medias. Y si a la falta de

amor se une la carencia del placer erótico o sexual o como se les ocurra llamarlo a

los especialistas en definiciones gramaticales o sensoriales (no es ése mi caso), que

se traduce en insatisfacción sostenida (es ése mi caso) no queda más remedio que

reconocer que mandarse a la aventura del exilio, sobre todo cuando se cuentan

años por muchas décadas, solo y sin compañía, no pasa de una tontería con ribetes

de necedad, o...

--Y si eso no bastara, querida, añade un ajiaco de fealdad, vejez, calvicie,

soledad, aislamiento, pobreza, y... vamos, que hay que reírse: la risa es lo único que

te libra del suicidio en estas condiciones.

--Y te faltó añadir los achaques, las torpezas, el poquísimo respeto que sientes por ti

mismo y la escasísima autoestima que brilla por su ausencia en tu personalidad...

Pues sí, tienes razón: haces bien, haces muy bien en reírte de tus mismas tonterías, y

perdona mi franqueza que en este caso puede ser brutal, como la tuya... Anda ya,

hombre. Mejor ponte a leer las aventuras de Pinolín y Canelón y a mirar caer la lluvia

a través de la ventana. Porque tienes ventana, ¿no? Y la lluvia es gratis.

--Estás más clara que un litro de Lanjarón.

--Y tú no vayas a ponerte oscuro como una noche sin luna en una cueva.

--Por eso te quiero tanto, Selene, porque sin ti... no tendría ni lluvia ni ventana.

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

(continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario